Norberto Miranda
Arquitecto
La práctica de Norberto tiene que ver con entender nuestra relación con el plástico. Para él es una relación con una conexión ancestral. “Estamos tomando desperdicio orgánico milenario que de alguna manera quedó encapsulado en las distintas capas geológicas para transformarlo en el desperdicio del presente.” Estudió Arquitectura en la UNAM y desde entonces le llamó la atención entender cómo juega esta disciplina con los museos. Realizó su servicio social en el MUAC y después empezó a trabajar en el Museo Blastein en el Centro Cultural Tlatelolco como jefe de Museografía. También se interesó en la Arquitectura efímera, pero no desde las instalaciones perfectas que se ven en las revistas, sino por las expresiones vernáculas como los tianguis, los circos, los puestos; tipologías móviles de nuestro repertorio popular.
Las investiga, las fotografía y las indexa en Instagram bajo diferentes hashtags; luego son recursos para detonar ideas en sus proyectos. Se mudó con su familia a Guadalajara, y aunque en primera instancia se sintió en una ciudad celosa, admite que cayó en blandito. Su esposa, Mónica Ashida, fue nombrada coordinadora de Artes Plásticas de la Secretaría de Cultura de Jalisco. Norberto aplicó para desarrollar una museografía móvil para el Museo de Guachimontones y buscó alejarse de la típica instalación de mamparas y caballetes que aburren a los niños. Terminó por materializar un inflable gigante que permite recorrerse por dentro, esto de la mano de un productor local que también se interesó en experimentar el formato inflable a nuevas escalas. Este espacio obtuvo reconocimientos y fue muy publicado, lo que le permitió seguir trabajando en esta línea con un par de proyectos más (espacios inflables de 150 a 450 metros cuadrados).
En su opinión, la Arquitectura efímera es natural de la cultura mexicana, todos la habitamos y la entendemos, pero las instituciones parecen no darse cuenta. Las nuevas administraciones gubernamentales han traído recortes en los presupuestos y él ha buscado reducir la escala de sus proyectos. En formatos más pequeños, realizó una colaboración con Bicitekas y Polaris, una bóveda celeste inflable para la ciudad de Puerto Vallarta; de lo más extraño que ha hecho es sin duda la intervención de Halloween en casa de Kanye West y Kim Kardashian. Su preocupación por la conservación y reúso de estas estructuras plásticas fue lo que lo ha llevado, primero, a investigar sobre algunos materiales “ecológicos”, pero terminaba por ver que muchos de ellos además de la biomasa (nopal, fibra de piña u hongos) terminan usando plástico nuevo en menor porcentaje. Prefirió enfocarse en alargar al máximo su ciclo de vida (reparando y modificando las estructuras) y después ver cómo se puede cerrar su ciclo con el manejo de residuos.
En un viaje a Cihuatlán, Jalisco, esperaba recuperar plástico de inflables de los vacacionistas (hay playas turísticas cercanas). Sin éxito, se encontró con otro tipo de material, un plástico azul y ligero con el que los productores de plátano de la región cubren las pencas para que no se pongan “pecosas”. Perforado y asoleado, éste se vuelve basura en cuanto la fruta se cosecha, y es un material que se usa en toda la región, generando toneladas de basura.
De regreso a su taller lo fue moldeando con calor y comprimiendo para analizar las posibilidades de uso. Su primer experimento fue una bolsa, y al seguir en esta línea nació Bolsón, la marca con la que vende estos objetos. Ahora está en residencia con la PAD (Plataforma Activa de Diseño) de la Jefatura de Diseño del Gobierno de Jalisco. Eso le ha llevado a cumplir periódicamente con los desarrollos que se propone y acceso a tecnologías que no tiene por su cuenta. Las bolsas están completamente hechas del material (asas y bolsillos interiores) sin hilo ni adhesivos.
Toda la investigación le está llevando a cambiar de nuevo la escala. “Pienso este proyecto a tres niveles diferentes: accesorios y pequeños productos, mobiliario y, por último, regresar a espacios efímeros”. Al final se crea un rango más amplio de trabajo desde distintos frentes, y a lo largo de cada etapa se puede reutilizar el material sobrante o el que termina su vida de uso. Si el plástico es eterno, debemos considerar todas las vidas que lo atraviesan.
Fundadoras de Ananas Ananas
Verónica y Elena tuvieron una complicidad creativa en cuanto se conocieron; un día hicieron una cena para sus amigas y después de ésta jamás pararon de cocinar. Encontraron referencias en común, además de que cada una aporta desde su propia área de experiencia para lograr un balance. Verónica es diseñadora industrial y especialista en food design; Elena es diseñadora gráfica y directora de arte para marcas de moda. Juntas han encontrado con Ananas Ananas una manera de externar preocupaciones y problemas políticos y sociales en torno a la alimentación de formas menos obvias.
“Hacer un proyecto sobre la alimentación nos lleva a pensar en miles de problemas, como el desperdicio de comida. Queremos que la gente entienda que es insostenible seguir un modelo en el que esperamos frutas o verduras perfectas. Hay diversidad de formas y colores, como en todo”. Todas las experiencias gastronómicas que realizan y las instalaciones artísticas están pensadas para poderse comer por completo. Las técnicas de cocina que utilizan y la forma en la que hacen el montaje también son una mirada consciente a las prácticas sin desperdicio. “Nos interesa diseñar la experiencia por completo, desde que las personas llegan al lugar. Pensar en los aromas que los reciben, la forma en la que la gente se acerca e interactúa con la comida, hasta los elementos que pueden iniciar una conversación (y romper el hielo), son parte de la investigación que desemboca en una experiencia multisensorial y efímera”.
El alimento toma el papel de una obra de arte y se pone sobre un pedestal. “Para nosotras es un material preciado y creemos que necesita ser valorado”. No quieren expresar una idea negativa, sino que a través de una forma “rara” de comer lo cotidiano, puedan hacer reaccionar a la audiencia sobre la contaminación del suelo y la debilitación de las especies o de la contaminación del agua y del impacto que como individuos tenemos al desperdiciar.
Se necesitan 75 litros de agua para que crezca una naranja, vale la pena que no dejemos que se nos eche a perder en el frutero. La comida es, en la mayoría de las culturas, una experiencia que toma características rituales y es algo de lo que todos somo expertos. Sentarnos a la mesa y sacudirnos los “modales” para agarrar algo con las manos, cortar algo con una piedra y compartir, inevitablemente genera un vínculo personal entre quienes asisten a sus diferentes happenings. Ya sea como parte de Miami Art Week, para Tezontle o Studio Ima, o en el Museo Anahuacalli, el montaje sucede en un momento previo a la inauguración con la finalidad de que todo esté en su mejor condición cuando la gente llega. ¿Y a qué saben sus instalaciones comestibles? Elena aporta la sazón Persa y las recetas de su familia de origen Armenio y Verónica la cocina norteña y el interés por los sabores de mar de su familia de Sinaloa.
Para ellas el futuro de la comida es local, y sucede a partir del entendimiento del proceso completo para que nos llegue al plato.“Si desde niños conociéramos cómo crecen nuestros alimentos, seríamos mucho más respetuosos con la tierra.”
Nadia Támez
Fundadora de Synergy Studio
Nadia nació en Portland, Oregón, pero sus papás son de Guadalajara. Desde niña ha vivido entre las dos ciudades; estudió Comunicación Audiovisual y Medios Digitales en el Tec de Monterrey. A pesar de disfrutar la universidad, ella tenía un interés por el arte que se mantuvo latente toda su vida. Durante un verano se fue a trabajar a Portland para poder juntar dinero y comprarse una cámara, y estando allá sintió instintivamente la necesidad de quedarse; perdió el vuelo y pospuso su regreso.
Al recorrer las calles de la ciudad, le llamaban la atención las piezas de arte público y urbano que encontraba en su camino diario. Estuvo trabajando en un café al mismo tiempo que aprendió, de manera autodidacta, a animar cuadro por cuadro y siguió pintando; encontró una manera de combinar los conocimientos de la carrera con su lado artístico. En su investigación se topó con la tecnología de realidad aumentada en Instagram y consideró que ahí había algo que podía explotar.
Trabajando en el café se hizo amiga de uno de los clientes, y cuando le platicaba sobre su interés por el arte urbano, él le prometió una pared, sin ahondar más sobre el tema. Resultó ser Kevin Cavannaugh, un desarrollador inmobiliario de la ciudad, quien le cedió un muro exterior de su casa (una exfábrica acondicionada) para que ahí tuviera su primer mural. Desde el inicio, en 2019, contempló que éste incluyera realidad aumentada, pero en ese momento Instagram sólo podía funcionar a través de reconocimiento facial y no sobre superficies planas (había aplicaciones disponibles, pero eran pesadas y poco compatibles). Tuvo que volver a México y se quedó sin poder conectar con la parte digital. Al año siguiente (2020) se agregaron los trackers para que esto pudiera suceder, y a través de imágenes, ella activó la función del mural a distancia.
A partir de este proyecto nació Synergy Studio, que se dedica a la creación de estrategias digitales junto a artistas urbanos y marcas comerciales. Personas que antes no entendían la importancia de que lo digital y lo real conectarán, ahora saben que esto genera un nuevo diálogo. En Guadalajara realizó el mural Los universos del ser con Pibe en la Colonia Americana, y tatuajes con “mamut chiquito” y “reeegi” en realidad aumentada; es decir, se animan/mueven en la pantalla al leerse a través de un filtro en Instagram.
En Ciudad de México conoció a Enriqueta Arias, la fundadora de Artsynonym, y conectaron de inmediato. Esto se transformó en el Mural de Amor con It’s a Living, sobre la calle de Londres en la colonia Juárez, que realizaron en el verano de 2021. Y a través de Centro, invitaron a Synergy a crear una intervención digital en la exposición de Marcos Castro en el Museo del Chopo. Para Nadia se trata de encontrar una manera de amplificar una pieza ya existente a través de una técnica más.
En algunos casos, las animaciones son digitales, y en otros son cuadro por cuadro, hechas a mano. La realidad es que hay espacios artísticos que cada vez atraen audiencias más jóvenes por la manera de crear imágenes para compartir en sus propias redes sociales (Instagram traps), y son un primer paso para acercar a la generación Z al quehacer artístico. Hablando sobre qué pasaría en el arte a futuro, Nadia cree que es una práctica que cada vez toma niveles más individuales. Es decir, podemos estudiarlo de manera autodidacta, difundirlo a través de nuestros propios medios y comercializarlo en los nuevos formatos nft. La fusión de lo digital a lo cotidiano es inevitable y, aunque no será en un inicio accesible para todos, la idea es que pueda darle posibilidades de éxito a artistas que no tienen el sello de aprobación de la institución o el mercado.
Lee el primer capítulo de la historia #NEWFACES y conoce al resto de nuestros invitados en: https://revista192.com/new-faces-cap-1/
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