Pino Montesdeoca: Más que reivindicar las arrugas, hay que naturalizarlas

A sus 62 años bien puestos, Pino irradia dinamismo y emoción

2012
texto Carolina Chávez
fotografía Silvia de la Fuente

No hay manera de no voltear a verla y, aunque sus 62 años hacen que no pase desapercibida como modelo en una industria caracterizada por los estrictos cánones de belleza occidental y que rinde culto a la eterna juventud, hay mucho más en Pino. Una voz que no tiembla, que se abre paso para decir: “Aquí estamos las de más de 60, con todo por hacer, inventar, aprender y descubrir”.

Tres husos horarios, Madrid, CDMX y Baja California se ajustaron cronométricamente para llegar puntuales a esta cita. Pino nos abrió las puertas de su nuevo hogar en Madrid para esta charla íntima y honesta. 

Carolina Chávez (CCH): ¿Quién es Pino Montesdeoca?

 

Pino Montesdeoca (PM): Vaya pregunta. ¿Quién soy? Todavía lo estoy descubriendo. Ahora por la edad tengo más cosas en la mochila, unas que pesan y otras que me ayudan mucho; vivo otro tipo de vida por lo que estoy haciendo ahora. 

 

Soy una mujer que usa una herramienta para visibilizar el hecho de que cumplir años —porque estoy aquí por ser mayor—, está bien. ¿Y saben qué? Sigo haciendo lo que me apetece, sigo fiel a mí misma y envejecer dignamente.

 

CCH: ¿Cuál es el mensaje que llevas contigo?

 

PM: Ayer (*) recibí el Premio Inspiración en los Premios Poder Femenino 2024. Esta presea la otorgan a 7 mujeres muy importantes, con un peso enorme, y yo estaba sentada ahí, pensando, ‘¿qué hago aquí?’. Todas venían con su guion de agradecimiento para recibir el premio, menos yo… no se me ocurrió. Me tocó subir, tomar el premio, y me dejé llevar por lo que me dijo el corazón, por la sinceridad hacia mí misma. Lo expreso porque sé que lo que siento y vivo, es lo que piensan todas, no hay tanta diferencia. Estaba rodeada de mujeres que tienen una ONG increíble, que han salvado a miles de niñas, otra con sus logros en deporte, en negocio, y yo… ¿y yo? Comencé diciendo que no sabía lo que hacía ahí, agradecí por el premio, porque me dieron voz para decir queremos envejecer con dignidad. No es exclusivo de una mujer de mi edad tener presiones, miedos o complejos… nos ocurre a todas las edades. 

 

(*) 12 de noviembre, 2024.

CCH: ¿Y qué significa envejecer con dignidad?

 

PM: La dignidad es muy personal, muy privada y cada quien debe buscarla. Todas deberíamos tener esta responsabilidad de conocernos, explorarnos, de saber quiénes somos para saber cuáles son nuestras necesidades, anhelos, las cosas que admito y las que no, y con ello seguir adelante. Mientras seas fiel a eso, la dignidad no te la puede pisar nadie. 

 

CCH: Escuché tu discurso en los Premios Inspiración y creo que el hecho de que no llevaras guion, fue un “plus” encantador. A medida que el tiempo pasa, una se vuelve más espontánea, porque estás dispuesta a hablar desde tu experiencia y en primera persona, y eso es más interesante que un discurso sobrepensado. ¿Alguna vez creíste formar parte de la industria del modelaje? ¿Era uno de tus sueños? 

 

PM: No. A los 15 años jugué haciendo una pasarela en una de las calles importantes de Gran Canaria, me daban la ropa, y yo encantadísima. Como era muy revoltosa, revolucionaria, para mí la moda estaba dentro de lo banal, lo superficial, lo efímero. No estaba exactamente en contra, pero no. En ese entonces cantaba en un grupo y me tenía que vestir de una forma, escuchar cierta música, no era consciente de que seguía los cánones y, a medida que pasó el tiempo, me dije: ‘Pino, para un poco. ¿Por qué te vistes de la manera que lo haces? Es una manera de expresión. ¿La moda te da una herramienta para expresarte? Sí’, me respondí. Entonces tan banal no puede ser. Ahí cambié el discurso que tenía tan aprendido. 

CCH: Es interesante cómo nos llegan estas reflexiones con el tiempo. Comenzamos a explorar la moda antes de saber que lo hacíamos, a través del juego, de la libre expresión, de las rebeldías y la necesidad de comunicarnos con el mundo desde un lugar íntimo y autónomo. 

 

PM: No lo pongo todo en rosa, porque comprendo que esto es una industria. 

 

CCH: A eso voy, Pino. Haz dicho en repetidas ocasiones: “No soy ni seré una modelo ortodoxa”. ¿Cuán ha sido tu desafío más grande como modelo?

 

PM: Los desafíos siempre los tengo conmigo misma. Siempre soy tan ‘venga pa’lante’, pero cuando te llega el tema ropa interior, te tienes que enfrentar a ti. Ahí tienes una lucha contigo, porque está grabado a fuego lo que se puede enseñar y lo que no, incluso teniendo un cuerpo maravilloso hay cosas que no están permitidas. No hablo de un pezón, hablo de un colgajo, de un brazo o entre muslo flácidos, de un culo caído, de un cuello flácido, de una arruga donde no debería estar. No verás por ahí una foto de alguien donde se le pueda ver ‘el ala’. Eso ¡no sale! Entonces, cuando te plantean ropa interior tienes que trabajar todos tus demonios, todas estas cositas que sabes que son de las primeras que van a salir y que no va encaminado a reivindicar nada, sino simplemente a naturalizarlo. Aquí estoy, es lo que hay. 

 

Hace poco me plantearon una campaña de ropa interior, básica, con mujeres con cuerpos completamente normales, a las que yo, tú y todos estamos acostumbrados a ver. Cuando llegué a las fotos, me encontré a todas las niñas azoradas. Les estaban pagando, tenían que hacerlo, pero se tapaban un poco, se sentaban, posaban para que no se les vieran las ‘imperfecciones’. Y me digo: ‘Tía, aquí tienes que hacer algo porque si ellas ven que tiras pa’lante, sin tonterías, se les va a quitar el miedo. Así que salí en mis bragas y sujetador. Caminé al set, se me movía todo —parezco una natilla—… ¡Pero soy yo! Soy una mujer de 62 años, que ha parido un par de veces, que ha tenido enfermedades. Es el mayor reto que he tenido, pero es personal. 

 

CCH: Hace un momento hablabas sobre el hecho de que el miedo, la vergüenza y los complejos no son exclusivos de ‘las mujeres de tal edad’. Es alarmante que la playa, la ducha o el espejo, sean campos de batalla en vez de lugares de gozo y plenitud para las mujeres… 

 

PM: Es que a no ser que seas una modelo ortodoxa, que tienen esas medidas, que cuidan mucho su forma de vida para mantenerlas con dietas imposibles… Tía eso no es vida. Afecta el humor, tu vida diaria, a tu salud. No, no merece la pena. 

CCH: ¿Qué es lo que más te gusta de ti?

 

PM: Me gusto yo. Me gusto entera, me gusta Pino. Cómo camino, cómo me muevo, cómo hablo, mis piernas cortas, yo qué sé, mi clavícula, me gusto entera, a lo mejor por separado no me gusto tanto, pero junta sí. 

 

CCH: ¿Cómo te hace sentir la relación con las cremas y productos “anti edad”, casi obligatorios para las mujeres a partir de los treinta, sino es que antes?

 

PM: Pues si pudieran detener las arrugas, supongo que ya estarían en eso. Con 60, 61 años sin arrugas, vale, pero qué hacemos con todas las expresiones faciales. Tengo mis rituales diarios que se basan en limpiar e hidratar, no creo que me esté poniendo más joven pero me han dicho, por ejemplo, que no tengo los poros sucios, ni manchas; cuido que casi no me de el sol, casi no me maquillo, cuido mi piel, pero tampoco me paso.

 

Glosario de palabras según los ojos de Pino…

 

Belleza: Sentimiento indefinible. Un asunto muy personal, que te quita el aliento, que te hace parar. 

 

Intuición: Peligrosa, vamos a darle un chance, pero no hay que creerle mucho. 

 

Pasarela: Una etapa de mi vida, preciosa… preciosa. 

 

Feminismo: Importantísimo, bien entendido, entre las mujeres también deberíamos de aprender muchas cosas.

 

Arrugas: Lo que hay. 

 

Placer: Necesidad, el placer hace que se mueva casi todo, sin placer no puede haber evolución. 

PM: Me gustaría finalizar diciendo que debe de dejar de hablarse de la mujer como si fuera un país. Somos diversas, intuitivas, no podemos encasillar a las mujeres. Por ejemplo, de las mujeres de más de 60, se esperan dos cosas, que seas una abuelita o una señora cool que se pone gafas de miles de colores. En realidad somos las que éramos a los 17, pero mayores. Hay una diversidad de mujeres y hay que escucharlas a todas; no todas piensan como yo, pero tenemos una cosa en común y es casi mágica —no sabemos dónde está y puede ser que sea muy primitiva—: la capacidad de abarcar mucho, de hacer mucho al mismo tiempo. Lo que me jode es que sean los otros los que te digan que debes hacerlo. Y que además te digan que debes permanecer joven. No. No.


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