Hotel Hércules: el oasis cervecero en el semidesierto

¿Una estancia en Hotel Hércules? O una estadía…

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texto Alberto Rebelo
fotografías cortesía de Hotel Hércules


Hércules es un compendio de placeres, de cosas lindas que pasan en un ecosistema de belleza, historia, color y sabor, mucha tranquilidad y mucha cerveza. Su suerte es la de ser uno de los espacios con mayor bonanza en el histórico barrio obrero de Hércules, en la ciudad de Querétaro, pero su mérito es la excelencia de su servicio, la comodidad de su alojamiento y el ingenio de los detalles que lo hacen único.  

Este oasis de ideas expresivas y acentos eclécticos, custodiado por la estatua del semidiós romano Hércules, está fundado en lo que fue una fábrica textil de principios del siglo XIX, que al pasar del tiempo encontró una nueva vocación, siendo sede para el descanso, la recreación y el esparcimiento, creado por la Compañía Cervecera Hércules —proyecto que nació en 2011— para el mundo. Tanto el edificio central como las naves contiguas y elementos funcionales y decorativos que lo habitan, están al margen de albergar una experiencia completa, que hace de la estadía, el destino en toda la extensión de la palabra.

Hércules es un hotel de concepto, elegante pero con una propuesta coloquial. Su objetivo es que te diviertas, que la pases bien y disfrutes de sus más de 50 variedades de cervezas (por decir poco). Y es que como tal, la familia Hércules es experta en crear cerveza con los mejores insumos, métodos y estilos tradicionales e históricos, y un gran aprecio por los ingredientes locales, destacando especialmente el maíz nativo, el cual siembran, cosechan y utilizan en algunas de sus cervezas insignia. Por eso su saber hacer tiene la vara alta, así que el personal del hotel se ha ganado la condecoración del servicio, pues su proyecto es redondo, y desde que llegas te reciben de buenas y con una cerveza bien fría en tu habitación, un detalle para entrenar tu memoria gustativa, pues la palabra “cerveza” se compagina con cada espacio y cada rincón de la construcción.

El hotel cuenta con cuarenta habitaciones —distintas entre ellas, algunas con terraza, otras con vista hacia la torre del reloj o el jardín de olivos, y todas están decoradas con piezas mid-century o artesanías de Caralarga, dos restaurantes, spa, alberca, cancha de voleibol, gimnasio, patios y jardines y un salón tropical de baile, pasillos y recovecos entre los que puedes encontrar arte, un taller de diseño textil, un estudio de arquitectura y fotografía y diversos locales de micro productores artesanales. Todo dentro del mismo proyecto desarrollado tras un meticuloso proceso de reconfiguración y restauración de la ex fábrica, llevado a cabo por GOMA, una firma arquitectónica que nace dentro de los muros de la misma, y que ha rescatado antiguos espacios industriales transformándolos en lugares de recreación y descanso como éste. El interiorismo y la decoración es el resultado de la aleación de materiales, texturas y mobiliario modernista de mitad del siglo XX, que fuera la época dorada de la fábrica, resultado del trabajo de El Urdido —por Patricia Hirschfeld—, estudio que también nació en el complejo. 

Una de de sus mayores atracciones —y el hogar del convencimiento para los que buscan en cualquier etapa del año una buena alberca— se llama Buenavista, un espacio al aire libre con terraza y áreas verdes, alberca templada, comida del mar, comfort-food y cervecita fresca todo el día. Ahí se encuentra también la cancha de voleibol en donde puedes echar una reta, y su enorme barra con cervezas y coctelería, todo con acentos vintage y música que recuerdan al Acapulco clásico de los 50.

La parte cultural viene por añadidura, pues si eres suficientemente curiosx es fácil encontrar referencias arquitectónicas de la época en la que fue construida la fábrica, muebles restaurados y piezas de diseñadores industriales como Van Beuren o Eugenio Escudero, objetos totalmente funcionales como teléfonos, radios y relojes mid-century y todo lo relacionado a su cerveza, pues cada una alberga tradición y demográficos distintos, desde las clásicas lagers tradicionales o británicas de sesión, hasta las Ales Reales y cervezas salvajes de fermentación espontánea. En cada trago estás a un barista o mesero para servirte un poco más de contexto. 

Además están las residencias artísticas, un programa del Hotel Hércules para acercar la cultura y el arte al barrio, inspirarse en Hércules y crecer como un espacio de creación y creatividad. Recientemente el espacio fue ocupado por el artista multidisciplinario de Ciudad Satélite, Román de Castro, quien durante su estancia en el hotel llevó a cabo varias actividades como talleres de dibujo, un open studio y la presentación de las obras desarrolladas durante su estadía. 

Hércules abre sus puertas para recibir a todos los que quieren adentrarse en el mundo de la cultura cervecera, para los exploradores del patrimonio industrial, para los amantes de lo clásico y quien sea que se deje llevar por el placer de vivir la experiencia. Hospedarse en el hotel es sumergirse en un pasado que sigue vivo y que con sus nuevos dotes te lleva a un oasis cervecero en medio del semidesierto.

Para más información y reservaciones, visita el sitio web del Hotel Hércules. Y sigue al hotel en Instagram en @hotelherculesmx y a la Compañía Cervecera Hércules en @cchercules

 


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