La autenticidad en la reinvención musical
fotografía Gonzalo Morales
invitado León Larregui
A León Larregui se le acaba de quemar la pizza. Eso y un retraso de este lado, explica que no hayamos logrado hablar por teléfono a la hora pactada, con la finalidad de completar la siguiente entrevista. Está veraneando con su hijo, tratando de pasar el mayor tiempo posible a su lado antes de que se aparezca la inevitable adolescencia y prefiera estar con sus amigos que con su papá. Nada fuera de lo común, como cualquier adolescente. Después de varios intentos, logramos establecer comunicación.
La primera parte de nuestra charla comenzó semanas atrás, en un camerino del Palacio de los Deportes, donde León estaba a punto de presentarse en vivo y en directo. La plática se vio interrumpida por alguien de su staff que nos avisó que el presidente y otros ejecutivos de su disquera llevaban un rato esperando para pasar a saludarlo. Aunque ya teníamos media hora platicando, teníamos preguntas pendientes cuando nos invitaron amablemente a salir del camerino. Y como León ya no vive en México desde hace rato —de momento su centro de operaciones está en París—, fue necesario concluirla por teléfono.
Regresemos al Palacio de los Deportes. Es una fecha importante para León. No cualquiera vende los casi 20 mil boletos que significan un sold out. Esto no le resulta ajeno, lo ha hecho antes, pero ésta es la primera vez que lo logra sin estar al frente de Zoé.
Como es predecible, tras bambalinas hay harto nerviosismo. No sólo por la cantidad de gente que va a atestiguar el recital, sino porque se juega de local, en casa, frente amigos, colegas y familiares, en la ciudad que durante muchísimos años fue su casa. Por ser una ocasión especial hay músicos invitados. Por ahí está Ximena Sariñana de muy buen humor, que hará un dueto con León. En sus respectivos camerinos están Quique y Emmanuel de Café Tacvba, que acompañarán a León en el momento más emotivo de la noche, cuando interpreta su canción más emblemática —bueno, según yo—, “Brillas”. Ellos se ven mucho más relajados que el resto de los que están trabajando. Presentarse ante tal multitud no parece afectarles en lo más mínimo y se notan, sobre todo, dispuestos a disfrutar. También veo por ahí a Adán Jodorowsky que de nuevo está trabajando con León. Él produjo su primer disco, cuyo éxito lo convirtió en uno de los más cotizados de este país. Los que brillan por su ausencia son otros integrantes de Zoé. Supongo que tendrían cosas que hacer en este viernes por la noche.
El concierto transcurre sin sobresaltos. La maquinaria funciona perfectamente. Los músicos son precisos. La iluminación, espectacular. León me parece un delantero tímido o quizá demasiado cool, de los que no se despeinan. Sin embargo, en algunos momentos, alcanza a revelar lo conmovido que se encuentra ante las reacciones de un público que claramente lo ama.
Después de 25 canciones, la gente, tanto los que están arriba del escenario como los que compraron su boleto, sonríen. En el backstage hay motivos para celebrar. No sólo es (casi) el final de la gira, sino que esta noche fue un éxito. En el salón hay barra libre, comida, muchas risas, modelos, vagos, parientes, amigos, otros músicos, managers, periodistas y gente bonita. Nadie se quiere ir. Todo mundo se ve con ganas de repartir abrazos y de estar cerca de la estrella. Nos invitan a otro after en un bar de la Condesa. Ahí vamos. Están algunos de los músicos, los amigos cercanos de León, otros de los invitados… pero el protagonista de la noche brilla por su ausencia. Su paradero, como muchas cosas de su vida, es un misterio.
RULO DAVID (RD): La última vez que te entrevisté fue en el Vive Latino justo antes de subir al escenario, y sentí que antes de los conciertos estás muy estresado como para dar entrevistas…
LEÓN LARREGUI (LL): Sí, es normal. Estás nervioso y estás tratando de sacarte la entrevista de encima, más que de platicar realmente.
RD: Y era el primer “show”…
LL: El primer show de este disco (Prismarama) fue ahí, en el Vive Latino. Qué loco. Imagínate, la primera vez que presentas un disco con canciones nuevas y después de no haber tocado canciones de Voluma o de Solstis. Habían pasado siete u ocho años. Todos estábamos nerviosos, no nomás yo. Era nueva banda, nuevos músicos, diferentes a los que habíamos estado en Voluma. Era como una prueba.
RD: ¿Cómo fue la gira? ¿Estuviste contento, cómodo? ¿Fue difícil?
LL: Siempre es difícil hacer una gira cuando no es Zoé, porque con Zoé hay una dinámica de trabajo a la que todos estamos acostumbrados, hay una historia, hay un equipo muy completo que se conoce de décadas. Cuando hago mis cosas de solista, tengo que ser el director de la orquesta y ponerme a dirigir. Y tratar de hacer que la música suene como la música que grabé. Ésa es la cuestión: la música que grabé en París con músicos de un gran nivel —no estoy diciendo que los músicos de acá no tengan el nivel de allá—; me refiero a que la tengo que volver a emular con músicos mexicanos y también hacer una especie de casting para ver quién puede ser la guitarrista, la tecladista. El baterista y el bajista ya son Pipe [Ceballos] y [Andrés] Sánchez, que han estado conmigo desde el primer disco. Y entonces es ensayar, montar las canciones, hacer que suenen lo más parecido al disco, o como el disco, o la mejor versión que podamos hacer del disco, que es muy diferente a tocar con Zoé.
RD: Y aparte vas a estar girando con ellos no sé cuántos meses.
LL: Exacto, es difícil, tienes que pensar: me cae bien y toca bien…
RD: ¿Sientes algo diferente en el escenario cuando estás con Zoé, que cuando estás en solitario?
LL: Es una energía distinta, pero la verdad es que disfruto de las dos un montón. En el caso de mis discos de solista, siempre he tratado de incluir en el grupo musical a chicas, porque creo que eso le da un balance a la energía. Zoé es testosterona. Y a mí fue de las cosas que empezaron a caerme mal. En Zoé somos siete tipos —cinco, más los músicos invitados— y el team de 15 personas, que son casi todos hombres. Es demasiada intensidad, demasiada carreta, demasiados llevadismos. Al incluir mujeres, se balancea completamente, porque el varón se comporta diferente cuando está enfrente de chicas. La forma de comportarse, la forma de hablar, la forma de llevarse, es diferente. Eso me empezó a gustar mucho desde el primer disco, que invité a Alejandra [Moreno] de Ruido Rosa. Al segundo disco invité a Mariana Ruzzi y a mi prima, Andrea Franz. Y ahora el grupo son casi puras chicas. Para mí es increíble, porque hay un balance de las fuerzas súper interesante.
RD: Cambia la dinámica de las giras y del “show” y todo…
LL: Exacto. Cuando vamos a Estados Unidos, vivimos todos en un bus, hombres y mujeres. Cuando hay puros varones, hablando de Zoé, es otra dinámica. Cuando hay chicas, todo el mundo se comporta mejor, es más limpio, ya no está todo tirado por ahí… es nada más un ejemplo tonto, ¿no? Eso genera una energía positiva en general. Eso me gusta de hacer discos o giras como solista, poder cambiar de espectro.
RD: Me da esa impresión, que con Zoé no tienes esas oportunidades. Zoé es tan grande, tan exitoso, con tantos años juntos, de relaciones súper complicadas, que de repente es difícil mover las cosas…
LL: No es que no te dejen… Pero lo que tú dices, es una banda que tiene casi tres décadas tocando, por el tiempo de carrera y por el rumbo y el recorrido, uno empieza a delimitarse. Entonces hay cosas que no tienen cabida. Es como una empresa que no va a cambiar de repente, o un partido político, no va a cambiar totalmente su ideología. Recuerdo, por ejemplo, que cuando éramos jóvenes, en las giras nadie podía invitar a su pareja. ¿Por qué? Porque es incómodo para los demás, ¿no? Todo el mundo se distrae porque estás pensando que si la novia se enojó, que si no le gustó cómo la trató ese día, o si el lugar donde la sentó no le gustó. Es complicado. Igual estoy diciendo pura estupidez, pero…
RD: Tenía entendido —igual estoy equivocado— que tenías un acuerdo con Zoé de hacer un disco en solitario después de hacer un disco de la banda. ¿Es verdad?
LL: No. Hice dos discos de Zoé seguidos, Aztlán y Sonidos de karmática resonancia, y les dije que después de eso iba a hacer un disco mío. Entonces saqué “Prismarama”, que fue un experimento muy personal, yo fui el productor y grabé casi todos los instrumentos. Fue una locura mía. Precisamente hoy se cierra esa gira. Ahora no tengo planeado hacer un disco mío, ni de Zoé. Estoy cansadísimo, no he parado.
No iba a hacer ningún disco, pero en enero me separé de mi mujer. Fue una ruptura muy dura y lo único que me salva es la música. Tuve que agarrar mi guitarra otra vez y procesar todo eso. La única forma que yo sé de procesar mi dolor o mis angustias es a través de la guitarra. Agarras la guitarra y empiezas a llorar, tratando de describir qué sientes, pero al momento de decir qué sientes, aunque llores y berrees, terminas dándote cuenta, siendo honesto, de las cosas que pasaron. Entonces te curas. Es mi forma de procesar las cosas cuando me pasa algo fuerte. Sin planearlo, cuando pasó todo esto, agarré la guitarra y empecé a escribir. Estaba en París. Les hablé a mis brothers, con los que he hecho los otros discos, y les dije: “necesito un lugar dónde trabajar”. Necesito un lugar que tenga un horario para ir a trabajar. Porque si no…
RD: ¿Por qué te fuiste a París?
LL: Porque estaba viviendo en Bruselas en ese momento, que está muy cerca de París. En Bruselas están mi exmujer y mi hijo. Cuando pasó esto, decidí irme a París porque ahí tengo más amigos, tengo más posibilidades de empezar otra vez. Y tal cual, empecé a trabajar, me puse un horario, si no, me iba a volver loco. Empecé a hacer canciones y ahora ya tengo un disco nuevo. Y es un disco increíble. Muy diferente. Y decidí juntar al equipo de Solstis: a [Adán] Jodorovsky, a Rob, a todos.
RD: Recuerdo que cuando iba a salir “Solstis”, me decías que querías reescribir boleros mexicanos, lo que yo interpreté como canciones que se quedarán en el canon de la música mexicana…
LL: Creo que siempre he hecho boleros; canciones como “Labios rotos”. Cuando hicimos el Unplugged [de Zoé] fue la prueba de que algunas canciones de Zoé, que mucha gente no había tenido la capacidad de entenderlas por el género, o por los sonidos, dijo: “Ah, ok, son canciones”. Y muchas son boleros —que las hagamos rock psicodélico es otra cosa—, a una canción la puedes hacer reggaetón o convertirla en música clásica, hay muchas opciones.
Y esto viene de mi mamá, de la música que ella escuchaba, como, Piero. El otro día alguien me mandó “Fumemos un cigarrillo”, de Piero [canta, fumemos un cigarrillo], y pensé: “ésta es la canción que escuchaba todos los días con mi mamá y tiene que ver con lo que hago en solitario”.
RD: Es un bolero sin tantos clichés, ¿no? Es increíble.
LL: Es un bolero más moderno. Desde ahí viene mi fijación de hacer bolero romántico. Mi sueño es que algún día una canción mía —en vida o en el futuro— sea tocada por mariachis. En vida, escuché “Brillas” con gente cantándola en la calle, y también vi un video de Nodal haciéndola corrido tumbado. Entonces ya trascendió…
RD: ¿Hizo Nodal una versión en corrido tumbado de “Brillas”?
LL: Sí, es maravillosa. Me mata. Eso es lo que quería lograr, hacer una canción que trascendiera los géneros.
RD: Que fuera canónica.
LL: Y es la canción que me dices que a tu mamá le gusta.
RD: Es su canción favorita, la hace llorar. Es como si la hubiera acompañado toda su vida. Regresemos a platicar del nuevo disco que fue escrito a partir de una situación muy dolorosa…
LL: Cuando acabamos el nuevo disco, hicimos una pequeña listening party, nuestra fiesta donde invitamos amigos a escucharlo. Todos estaban sorprendidos porque esperaban un disco triste y oscuro. Y al revés, es un disco luminoso. Obviamente habla de cosas fuertes, pero es un disco musicalmente muy positivo. Prismarama fue mi disco más experimental. Y en este disco, estando tan desarmado, tan vulnerable, lo hace mucho más crudo.
“La música es como mi meditación, es una cosa sagrada que ayuda a curar las emociones. A través
de la música, estas tristezas se subliman de una forma muy bonita.”
RD: ¿Vas a hacer otra gira o ahora sí vas a descansar?
LL: Este disco lo quiero presentar en ciudades capitales y tan, tan, porque sí estoy cansado. Además, mi hijo tiene ya nueve años y siento que se me está yendo su infancia. Sé que cuando tenga 13 o 14, no va a querer saber nada de su papá. Necesito estar más presente antes de que papá se convierta en el señor que te da hueva o vergüenza.
RD: No todos los niños tienen un papá “rockstar”. Eso siempre es “cool”.
LL: El otro día toqué en su escuela, en Bruselas. Un maestro de español se enteró de que estaba viviendo ahí y me escribió un mail contándome que iban a tener una fiesta mexicana para juntar fondos, porque sus alumnos a fin de año van a venir a México, y querían ver si participaba. El caso es que lo hice con Sergio [Acosta, guitarrista de Zoé] y con otro amigo francés; nos aventamos cuatro rolas, fue lo máximo. Estaban todos los niños y la comunidad belga sin tener ni puta idea de quiénes éramos, sin entender el español, pero de alguna forma lo hice por nuestros hijos, por los hijos de Sergio y por mi hijo, que estaban súper orgullosos, y les ayudó a integrarse a la comunidad. Estuvo muy bonito.
RD: Además, hay nivel. No son papás aficionados que tocan la guitarra los sábados.
LL: Tocamos terrible.
RD: Hablando de Sergio, ¿cómo toma Zoé cuando les dices que vas a hacer el segundo disco en solitario seguido? ¿Mal o bien?
LL: Obviamente no lo toman como lo mejor. Chucho y Ángel [tecladista y bajista de Zoé] están haciendo su proyecto [Astronomía interior], creo que están a punto de sacar su segundo disco y lo están haciendo muy bien. Rodrigo [Guardiola, baterista de Zoé] está en su movida cinematográfica, entonces también está ocupado. Y Sergio es el único que sí está medio solo en ese sentido de no tener proyectos.
RD: Hace supervisión musical para películas, ¿no?
LL: Hace supervisión y hace música para películas. También es un golpe financiero duro para los demás de Zoé que no haya giras. Porque no fluye el dinero, no hay tocadas, y el músico gana de tocar en vivo, no tanto de vender discos como en los 70 y 80.
RD: Creo que una banda con tantos años de historia se tiene que reunir y grabar cuando tiene muchas ganas de hacerlo. Quiero pensar que ya no se reúnen por inercia…
LL: No, por inercia no. Una vez le pregunté a Daniel Ash [vocalista y guitarrista de Love & Rockets] que qué onda con Bauhaus. Y el güey me dijo: “Mira, la cosa es así”. Lo dijo en inglés, pero lo voy a traducir. “Una banda se hace famosa. Después una banda se hace rica. Después la banda se deshace. Después la banda necesita dinero. Y después la banda se reúne… y es así”. Y eso lo escuché desde muy joven. Zoé no se ha desbandado, no estamos divorciados o terminados, y sí, en algún momento vamos a regresar. Antes que el dinero, nos extrañamos. Es una banda que tiene una historia, y esas historias tienen que reconciliarse en algún momento, aunque sea para decir adiós, pero no puede acabar así nada más.
RD: A diferencia de casi todos los vocalistas de bandas mexicanas que han intentado probar suerte en solitario, tu sí has tenido éxito. Pienso que si regresas a Zoé, no es por necesidad, es por otros motivos…
LL: Si regreso a Zoé es porque quiero tocar con ellos, con mis compas.
RD: ¿Nunca tocas canciones de Zoé cuando estás como solista?
LL: No, jamás.
RD: También son tuyas…
LL: Sí, pero para mí sería inmoral. Para mí es inconcebible que me aproveche de unos hits que hicimos juntos para mi carrera de solista. Jamás.
RD: Regresando al disco anterior, “Prismarama”… Dices que es más experimental… La primera canción, “Incendio de amor/Carmelita”, es una cumbia encubierta, muy interesante….
LL: Sí. Una cumbia padre. Una cumbia dark. Quería hacer una combinación entre cumbia y Ace of Base. Una cosa rara.
RD: ¿Escribir una rola te cuesta y es chamba, o las tienes en la cabeza y van saliendo fácil?
LL: No es nada fácil. Para el músico, el escritor, el bailarín, el pintor o la gente que tiene que ver con el arte, el acto de hacer tu arte es un momento de meditación, en el cual te conectas con algo que fluye. Tiene que ver con algo más galáctico, divino, no sé… Estás en un silencio interior. Mi forma de trabajar es desde la disciplina. Muchas veces me pongo a tocar, a hacer canciones y las grabo; muchas son una mierda, pero a la hora de revisar, te das cuenta de que estabas en el lugar correcto. No estás buscando hacer el hit, te pones a trabajar, pones la grabadora, te sueltas y a ver qué pasa. Eso se hace diario, como disciplina, no sólo cuando estás inspirado, eso no existe. Alguien que se vuelve bueno en su oficio es alguien que tiene disciplina, que practica y trabaja.
Hay cinco días que te sale pura mierda, pero la insistencia, la intención de trabajar y tratar de hacer algo, ocasiona que eventualmente sucedan imprevistos o algo maravilloso, porque llevas mucho tiempo trabajando o deseándolo, y sucede. Pero es disciplina, no sucede por arte de magia.
RD: Y toda la información que tienes, todo lo que has visto, escuchado en tu vida, ¿tiene que ver con que hagas buenas canciones?
LL: Claro. A veces la gente me pregunta por qué en mis demos se escucha que canto en un idioma que no es idioma, como inglés y español, y les digo que mi teoría es que desde niño uno empieza a apreciar la música sea en inglés o en español. De niño cantaba I wanna hold your hand, y ni sabía lo que estaba cantando. Eso [la melodía] para mí es lo más importante. Si me limitase a la música que me gusta en español, terminaría sonando a Cerati, a Fito o a Serú Girán… pero cuando no limito mi melodía al lenguaje, abro las posibilidades al bagaje musical y a toda la información musical que tengo desde niño. Pero luego se complica porque lo tienes que acomodar con la fonética y la métrica.
[Y justo en ese momento, la persona que ostenta el título de tour manager nos informa que es imposible seguir la conversación. Que hay gente importante que está esperando a León. Y ni hablar, habrá que esperar unas semanas para que esto continúe. A los pocos días de haber realizado el concierto, León se regresa a Europa. Hay que hablar por teléfono. Una vez que está en la línea, intento regresar justo a lo último que se platicó en el Palacio de los Deportes.]
RD: Nos quedamos exactamente en el oficio de componer canciones. Mencionaste a Santa Sabina que te gustaba, pero que no te gustaba cómo tenían que cuadrar las letras…
LL: Siempre me gustó Santa Sabina; fueron nuestros primeros padrinos. Rita [Guerrero, vocalista de Santa Sabina] fue la primera que quiso que le abriéramos un concierto en Cuernavaca. Éramos muy amigos. Pero lo que yo sentía era que Rita tenía el poema y luego tenía la música y trataba de meter su poema medio a… Lo sentía forzado, eran muchas palabras en un compás, casi sonaba como rap.
Con Zoé, una de las primeras giras importantes que hicimos fue con Los Tres y con Cerati. Ahí conocí a estos personajes, a Álvaro Henríquez y a Gustavo. Los dos tenían la misma forma de componer que yo estaba intentando, que más que adaptar un poema a una canción, era crear una melodía. Después de tener la melodía, definíamos las palabras. Le pregunté a Cerati y a Álvaro cómo componían ellos, y resultó que era casi lo mismo: encontrar una melodía primero, sin restringirte al lenguaje, y después adaptar eso a una letra que tuviera la misma fonética y la misma métrica. Y que entonces fluyera un poco más natural. El idioma español, por tanta consonante, puede ser un poco más difícil que el inglés. Ésa fue una forma que encontré y que coincidía con el modo en que lo hacían otros músicos que admiraba en esa época. Reafirmé que estaba por un buen camino.
RD: Si comparas lo que componías cuando empezó tu carrera con lo que compones ahora, ¿cómo se sostienen tus primeras canciones junto a las más recientes?
LL: Creo que cuando empiezas, las canciones tienen cierto grado de inocencia, por la falta de experiencia escribiendo canciones. Eso hace que de repente salgan interesantes o que generen sorpresa. Pero con el tiempo, empiezas a entender más la música y a aprender de tus propios errores y de tus propios éxitos; empiezas a refinarte. En los últimos discos, las canciones son mucho más refinadas que las originales. No digo que sean mejores o peores, pero son más refinadas en muchos sentidos: en cuestión de búsqueda sónica, de producción, de sonido, de estructura…
RD: En mi percepción, aunque siempre hiciste buenas melodías, las que haces ahora son más potentes. Incluso me parecen algunas mucho más memorables.
LL: Ah, pues… no sé de qué canciones estás hablando [risas].
RD: Por ejemplo, oía “Souvenir” en El Palacio de los Deportes, y pensaba “qué rolón”…
LL: Sí, uno se va refinando y también agarrando cariño a cierto tipo de canción. En mi caso, como solista, el bolero y el “bossa nova” se han vuelto mi forma de separarme de lo que es Zoé, y me encanta hacer este tipo de música. En el disco que viene tengo, por primera vez, una canción ranchera… ranchera, pero de fogata.
RD: El otro día me puse a buscar diferentes versiones de “Brillas”, hay muchísimas. Tú me contabas del “cover” de Nodal. Pero hay versiones en cumbia, en banda, en corrido tumbado y en mariachi.
LL: No sabía. ¿Hay buenas?
RD: Hay buenas, y hay unas muy originales y otras muy curiosas. Pero a lo que iba, quizá porque una canción tuya ya la oí con mariachi, no me sorprende tanto que hayas escrito una canción ranchera. Me imagino que, como tus boleros o tus cumbias, no va a ser tan obvia, se va a alejar de los lugares comunes.
LL: Creo que es parte de mi onda: un bolero lo puedes grabar con los instrumentos clásicos de un bolero, pero también le puedes tratar de dar la vuelta sin dejar de ser un bolero, y que suene bonito. En esas ando ahorita con el nuevo disco; trato de darle una identidad que tenga que ver más con mi viaje, con mi trayectoria.
RD: Está filtrado a partir de tus gustos y de tu experiencia de vida y de quién eres…
LL: Exacto. De mis gustos musicales y de mi vida con Zoé y también de solista. Es una experimentación.
RD: Hablemos de este nuevo disco que vas a sacar. Me decías que, a pesar de que es una respuesta al estado de ánimo que surge a partir de una separación, es un disco luminoso. ¿Qué otros adjetivos le podrías atribuir?
LL: Adán y los otros coproductores pensaban que iba a ser un disco súper de llanto, pero es un disco positivo. La música es amable, aunque en dark y las palabras sí puede haber un poco de lamento. En general, la música y las canciones son muy “uplifting”, tiene la cualidad de sanar, son canciones con muy buena onda. Ya lo escucharás. También hay una canción gruesa, ésa que habla de Gaza. Está un poco “heavy” lo que dice. No es una canción de Bauhaus hablando de las bombas en Gaza, pero es una canción tipo “Losing My Religion”. Es como buena onda, pero habla de cosas fuertes.
RD: ¿Ya tienes fecha para sacarlo?
LL: No, porque aún no lo acabo. Y como no estaba planeado en absoluto, no hay deadlines. Puedo acabarlo sin prisas ni presiones. Creo que saldrá a principios de 2025.
RD: ¿Y cumplió el cometido? ¿Te ayudó a sanar?
LL: Totalmente. Me ayudó salir adelante tener algo que hacer, tener un trabajo, poner horarios, ver gente, sacar la inspiración, analizar las energías, las emociones de una forma positiva. Para mí la música es como mi meditación, es una cosa sagrada que ayuda a curar las emociones —la tristeza, el enojo, el sentimiento de decepción, de desilusión—. A través de la música, estas tristezas se convierten en algo hermoso, se subliman de una forma muy bonita. Además, ese tipo de canciones siempre son con las que la gente se identifica, porque todos hemos vivido este tipo de emociones o de sucesos en la vida.
RD: Regresando al concierto del Palacio, creo fue muy importante en tu carrera. A pesar de que tocaste ahí muchas veces con Zoé, llenarlo como solista debe significar mucho.
LL: Fue impresionante. La verdad no me la podía creer. Así, tal cual. Tocando yo solo y con el Palacio lleno y sold out. Fue una noche maravillosa. Le dije a mi “manager” meses antes: “quiero hacer el Palacio”. Y me dijo: “¿Pero, cómo? ¿Para qué?” Como que le dio miedo. Y lo convencí, nos aventamos y funcionó. Pero sí, fue como a ver qué pasa, ¿no? Creo que salió todo muy bien, fue un buen show.
RD: Te siento un poco tímido en el escenario. Estás con tus instrumentos, un poco oculto en tu changarrín [una estación de teclados y percusiones que toca durante el concierto]. Y les das a las mujeres de la banda mucho espacio para que ellas atraigan la atención. ¿Es una percepción errónea esta que tengo?
LL: No lo había pensado así. Tengo mi changarrín porque me gusta hacer cosas, hacer mis ruidos. El changarro medio me tapa, pero no es su propósito. Ahí tengo mi pandero, mi maraca, mi pequeño sintetizador, mi “sampler”… Pero no es que esté escondido, como dices, no es timidez, es que he empezado a complementar la música con mis ruiditos. Parece que no hago nada, pero sí estoy ahí. Y claro, las chicas… a mi prima, por ejemplo, la invité porque pensé que necesitaba alguien como Bez en los Happy Mondays, que nada más esté bailando. Y pues mejor que baile mi prima, porque baila muy bien.
RD: ¿Qué lugar crees que tienes dentro de la música mexicana? ¿Crees que se te da el reconocimiento como artista que te mereces? Yo a veces siento que no.
LL: No siento que no se me haga el reconocimiento que merezco. No lo veo así. Creo que el mundo ha cambiado, y la música también; todo sigue su curso y siempre hay momentos en los que de pronto una música deja de ser tan relevante como antes. Hay cosas que sobresalen por la moda y por la industria que cambia. Pero sí hay algunas cosas que siempre he peleado, ya sabes, siempre he armado ruido en los Grammys. Y es que pienso: “¿Cómo es posible que me gane este dude? Un disco que nadie escuchó, que ni siquiera hizo gira por aquí, por acá.” O sea, yo me rompo la madre haciendo todo esto. Y claro, en ese sentido de repente sí me enojo.
RD: Me diste un gran ejemplo de una esfera donde no se te reconoce. Y que no tiene que ver con el mercado, porque vendes muchos boletos y tus rolas las oye mucha gente…
LL: Según yo tienes que estar en el club de amigos y yo nunca he estado en el club de ese mundo de los Latin Grammys. No vivo para eso, ni para ganarme un Grammy, ni saco discos para ganarme un premio, me vale madres. Además, ya me gané los dos, el gringo y el latino. Ir a lamer culos, pues no, yo no.
RD: Me gusta ese final, León. “Ir a lamer culos, yo no”. Es un gran final para una entrevista.
Desde principios de los años 90, Rulo David ha trabajado en estaciones de radio como Radioactivo y Reactor W Radio, como director de programación y conduciendo diferentes programas. Ha aparecido en televisión abierta discutiendo de futbol en el programa Marcaje personal. Fue director y fundador editorial del periódico cultural gratuito Frente. Ha escrito columnas de opinión en diarios como Récord, MásPorMás y El Universal, y en revistas como Código y Picnic. Colabora con 192 desde que se acuerda y fue Dj en su primera fiesta. Actualmente hace un programa diario (Poderoso, de 9 a 11) en la plataforma digital llamada Convoy Network.
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