fotografía Ricardo Ramos
estilismo Janet López
grooming Eduardo Méndez
Cada vez que nos llega una noticia sobre él, es mejor que la anterior. Todos sus proyectos vuelan. Y en su agenda aparecen cosas que nos siguen mostrando que todo es real. Parece que no había mejor momento para tener una conversación con Luis Gerardo Méndez.
Dauquen Chabeldin (DCH): Empecemos: “El estímulo Luis Gerardo”, que es una cosa que muta y que nunca está en el mismo lugar, que es difícil de controlar. De eso me gustaría hablar contigo, siento que de alguna manera estás fuera de control. La reflexión surge del tema de esta edición Al revés: cuando algo sale al revés es porque en algún momento se pierde el control. Esa idea me gusta mucho y creo que es una de las cosas más interesantes que traes a la mesa como Luis Gerardo. ¿Tienes conciencia de lo que genera ese estímulo mutante?
Luis Gerardo Méndez (LGM): Sí. Supongo que son dos corrientes distintas, ¿no? Una es la parte muy consciente, que viene de mi pasado como mercadólogo. De entender que las cosas se tienen que renovar, que no te puedes repetir, que tienes que ofrecer algo distinto —esa parte de mercadólogo siempre la he tenido muy en la cabeza porque eso estudié antes de estudiar actuación, y continuamente está dándome lata: “Ok, ya hiciste dos comedias, ahora hay que hacer un dramón”, o “ya hiciste dos series de televisión, ahora vamos a hacer una obra de teatro pequeña”,“ahora vamos a lanzar una marca de mezcal”, o “ahora vamos a colaborar con alguna fundación, con ACNUR”. Lo interesante es cómo mi cerebro nunca está quieto y cómo se adapta y se aburre de ciertas cosas. Entonces necesito algo más, un reto nuevo, necesito algo que me emocione.
DCH: Podemos decir que tiene que ver con tu personalidad, pero también con cómo ves tu carrera.
LGM: ¡Cien por ciento! Actoralmente es muy consciente la parte de empresario y ahora más con lo de la productora (Luis Gerardo acaba de crear su propia productora, Cine Vaquero). Pero el fuera de control ha sido muy bonito en mi carrera. Porque sí sigo una estrategia de hacia dónde quiero ir, aunque hay otra parte que no me imaginaba para nada, que son grandes regalos y que de ahí vienen las sorpresas. Me acuerdo perfecto de cuando hice la obra El curioso incidente del perro a media noche… A la par estaba por hacer una serie de televisión con Bárbara Mori, que es muy amiga mía. En ese momento sonaba a que iba a ser ¡la serie más importante que se había hecho! Pensé, ¡ésta es! Le dije a mi mánager, no me importa lo que llegue, esta serie está cabrona, voy a trabajar con Bárbara y con Leonardo Sbaraglia, la va a dirigir no sé quién y “blu, blu, blu”. Ya estaba agendado todo en la parte estratégica y de pronto me habló Francisco Franco (director de teatro) y me dijo: “Léete esta obra de teatro que se llama El curioso incidente del perro a media noche. Es de un chavito que tiene Asperger”. Y le dije: “¡Wey, no, no, no, no! Me encantaría trabajar contigo, pero ya tengo claro a dónde voy y esto es lo que voy a hacer”. Y me dijo: “Bueno, sólo léela”. Y le dije: “¡No, Francisco! Estoy muy ocupado, no quiero, se me va a antojar y ya tengo claro para dónde quiero ir.” Él respondió: “Luis, ¡sólo léela!”. La empecé a leer y en la página 10 de 200 que eran, le hablé a mi mánager y le dije: “Cancela todo lo demás, esto es lo que vamos a hacer”. Porque desde la página 10 ya sabía que ese personaje me iba a cambiar la vida. No es que vaya a ser estratégico para mi carrera, ¡es un personaje que me va a cambiar la vida! No sólo como actor, sino como persona.
DCH: Claro, te funcionaba mucho y te excitaba para los dos lados.
LGM: ¡Sí, sí! Y así fue, tal cual, un personaje que actoralmente me dio mucho. La gente me dice: “Es lo más cabrón que has hecho actoralmente”, pero a mí me dio aprendizajes muy fuertes sobre la empatía hacia el autismo, sobre mí mismo, sobre mi propio instrumento; me rompió muchas barreras, me deshizo también personalmente. Es una obra que me mandó al psiquiatra y tuve que estar medicado después de hacerla: me rompió. Eso lo guardo como un aprendizaje y como una experiencia muy fuerte, pero también muy hermosa. Ahí es donde la estrategia vale madre. Cuando pasan estas cosas, hay que saber escucharlas y leerlas.
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DCH: Cuando a un actor le va bien, su éxito es hacia arriba, en lo vertical, pero en tu caso el crecimiento es también hacia los costados (horizontal). No eres sólo un actor, no sólo eres un productor, no eres sólo un empresario, estás en muchos proyectos distintos entre sí al mismo tiempo. Siempre apareces haciendo cosas inesperadas, que me parece que eso es algo que es 100% lo que hace que seas tú hoy y que para mí es muy interesante. Entonces, me preguntaba: ¿Luis Gerardo sabrá?
LGM: De pronto me da miedo que estén hasta la madre de verme, ¿sabes? Eso me pasa. Pero también me da igual. No puedo hacer las cosas pensando únicamente en lo que la gente pueda pensar. Me pasaba cuando veía a J.Lo: es una estrella musical, canta en el Super Bowl, hizo esta película de hustlers donde está increíble, pero también tiene una marca de ropa y es socia de equipos de beisbol. O sea, ¿a qué hora duerme, no? Y de pronto me empecé a dar cuenta de que la gente decía lo mismo de mí: “Wey, ¿a qué hora duermes?” Pero ese cuestionamiento viene desde un buen lugar, desde un querer explorar cosas nuevas y viene también desde una compulsión que estoy tratando en terapia, de ¡más, más, más! Incluso en la pandemia no pude parar. Mi productora Cine Vaquero y todo lo que está pasando con Paramount Plus nació en la pandemia. Fue una idea que traía en la cabeza, pero en la pandemia me di la oportunidad de reconectar con mi interior, trabajar en mí, ir a terapia, meditar más, descansar y… [risas] ¡también voy a hacer una productora! Ahí valió madre todo lo demás.
DCH: Va valiendo madres todo sobre la marcha, digamos.
LGM: Sí y la verdad es que ha sido muy interesante, he aprendido mucho, he puesto en otro lugar el trabajo del actor. Ahora que produzco y me toca estar atrás, me doy cuenta del trabajo que cuesta levantar un proyecto, que un network lo apruebe, que se desarrollen los guiones, que se aprueben los guiones. Es decir, para que un actor llegue al set hay años de trabajo atrás, de los que uno como actor no es tan consciente. Pero cuando tienes esa conciencia, cada segundo en el set es más especial: entiendes que estás ahí por el sueño de alguien más. Es el sueño y lágrimas de sudor de otra persona para que tú puedas estar parado enfrente de esa cámara ese segundo. Entonces, no seas un pain in the ass: sé generoso con el director, sé generoso con los productores, con los otros actores —que es una cosa que cada vez veo más con compañeros actores y actrices—, porque nos gusta mucho quejarnos de las cosas que no están bien; de acuerdo con que las cosas sean profesionales y lo mejor que se pueda, pero es importante tener todas las ópticas, y eso me ha ayudado mucho.
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DCH: Un poco en el mismo tema me puse a leer entrevistas que te han hecho, para ver qué te preguntan cuando entrevistan a Luis Gerardo y noto una necesidad de encerrarte en un casillero. Somos parte de la industria de los clichés, los clusters o las zonas de confort. La gente busca meterte en drama o comedia y ahí te dejan. Me gustaría saber qué piensas al respecto de la lógica que tiene la industria de tratar de ordenarnos y encasillarnos.
LGM: Es increíble romperla, ¿sabes? Me emociona incluso que la industria sea así porque entonces te dan una oportunidad más de decirles: “¿Tú crees que es para acá? Te voy a mostrar cómo se puede ir a otros 27 lugares”. Me crezco mucho ante el rechazo, me crezco mucho ante el ¡no! Y es que así ha sido toda mi vida y así es esta carrera: como actor tienes que crecerte al rechazo, de lo contrario, no puedes ser actor, no hay manera de que lo puedas lograr. Por cada proyecto que te castean, te dicen que no 50 veces. La primera vez que hice una película en Estados Unidos fue después de 200 veces en las que me dijeron, ¡no funcionas! Entonces, que me digan que voy en esta cajita, me hace querer demostrarles que no y demostrarme a mí también que no… Estudié actuación, empecé haciendo teatro y cine independiente y lo que pasó es que después las comedias que hice se volvieron increíblemente mainstream. La gente te conoce por eso, pero yo me conozco por lo otro. Me emocionan los dramas, cosas mucho más intensas, personajes oscuros. Eso sí, si me muriera mañana estaría tranquilo porque me he podido dar el lujo de colaborar con gente muy chingona de la industria que me ha permitido hacer esas otras cosas —como trabajar con Sebastián Hoffman o hacer Narcos, que significa trabajar con los mejores directores de Latinoamérica haciendo el personaje más complejo y oscuro que me ha tocado desarrollar frente a una cámara.
DCH: Hace poco fuiste nombrado miembro de La Academia… Pensé, “ésta debe ser la vez que más veces debe de haber sido nombrado el nombre de Luis Gerardo en el mundo, al mismo tiempo”,porque es una noticia global. Se dijo el nombre de Luis Gerardo en ochocientos mil idiomas. Es Luis Gerardo viralizado por mil. Nada más fuera de control que algo volviéndose viral. ¿Qué sientes ante esa idea?
LGM: [Risas] Ah, sí, ¡me encanta! No es algo que busco, pero cuando pasa es muy bonito, porque te das cuenta de que algo conectó con la gente. Especialmente cuando son cosas que implican trabajo, que implican el amor que le pones a lo que haces. No sé, de pronto me encuentro en Twitter a gente que se siente orgullosa porque se volvió viral por una pendejada que dijeron o por una pendejada que hicieron. La pregunta es: ¿por qué te vuelves viral? No es nada más volverse viral, es que de lo que estás haciendo, hay algo que conecta con la gente. Claro, y en ese sentido, también me he vuelto viral por cosas que no están padres. Pero cuando lo haces por tu trabajo, como en este caso el nombramiento de La Academia —que representa años de trabajo y pasos estratégicos que vas dando para llegar a un lugar en específico—, es muy bonito.
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Y déjame agregar algo que pienso mucho y que por eso me animé a hacer una productora (Cine Vaquero), donde soy el director creativo, y cuando lo vi en papel me dio un panic attack: ¿quién soy yo para decidir qué vamos a producir o no? Después me eché un clavado para atrás y siento que he sido muy afortunado con los equipos de trabajo que he tenido, pero también hay que darse cuenta de cuándo uno mete gol. Es decir, tomar nota de esas cosas. Y los goles que he metido en los últimos años en donde tú estás incluido en muchos de ellos, como Club de cuervos, como las campañas que hicimos alternas a Club de cuervos… hablando de las cosas que se vuelven virales. No he hecho nada más viral que Cuervos o el comercial que hicimos de Ojo de Tigre. Son cosas donde yo he tenido gran parte del control creativo, ¡gran parte! Y eso se ha vuelto viral. Eso me hace pensar que no estoy tan pendejo, que hay algo que veo que conecta con la gente. Cuando entendí eso fue cuando dije: “vamos a hacer una productora, vamos a tomar las decisiones de lo que queremos hacer o decir. ¿Nos vamos a equivocar? Sí. ¿Va a ser un dolor de cabeza? Seguramente. ¿Me voy a arrepentir? Probablemente también, pero esos dos o tres proyectos que logremos hacer en cinco o 10 años seguramente van a ser interesantes”.
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DCH: ¿Sientes que tu voz es cada vez más fuerte y potente? Dices que vas haciendo las cosas sin planearlas, pero, ¿te das cuenta de cómo tu voz pesa cada vez más?
LGM: Sí, pero también cada vez me gusta más tener la boca cerrada. He aprendido en los últimos 10 años, después de los Nobles —que fue donde empezó esta ola—, que nuestra opinión no es tan importante porque hay demasiadas opiniones y que lo que cuenta es comprometerse con una causa, entenderla a profundidad y, entonces sí, abrir la boca. Es peligroso cuando te das cuenta de que tu voz tiene un peso o una resonancia, porque nadie tiene toda la información como para poder emitir una opinión. Me pasó mucho al principio que me gustaba opinar sobre todo, porque realmente sentía que tenía algo que decir, pero te falta tener la otra pieza del rompecabezas para poder opinar. Entiendo cada vez más la responsabilidad que tiene la voz. Tengo muchos modelos a seguir, actores que admiro y respeto — Julianne Moore, Meryl Streep, Sam Rockwell— y ellos hablan con su trabajo; a mí me interesa hacer lo mismo, hablar con mis acciones. Hay que decirlo con el ejemplo, no nada más con lo que tuiteas.
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