Cuando se habla de arte por lo general se pondera el dominio de las herramientas: lenguaje, volumen, color. Se piensa incluso que quien ejerce un control pleno es un “buen escritor” o  un “buen pintor”. En fotografía se habla del manejo de la luz o del “ojo”. “Tiene muy buen ojo”, se suele afirmar para calificar a un fotógrafo. Por ello muchos se impresionan al ver una fotografía “bonita”.

Atardeceres en los que la luz cae detrás de la montaña y es posible observar el prístino azul del cielo o imágenes de ciudades donde la exposición permite que las luces de los autos se alarguen y den una sensación de movimiento. Es un lugar común. Fotógrafos con espléndido conocimiento técnico en lo personal me parecen chatos, su obra cuadritos inanes sin poderío, sin confrontación, sin aristas. Lo que a mi juicio distingue a un gran fotógrafo (o a cualquier artista) es su mundo. No basta con tener el famoso “buen ojo”, se requiere mirada. 

León es un artista. Al ver su material me sorprendió descubrir su capacidad para detectar “extremos”.  Seres humanos captados en el momento de una expresión poco usual o en circunstancias extrañas, como una mujer desnuda dentro de una pecera. Los paisajes no son lindos, al modo de tarjeta postal o de esas grandes imágenes que se venden en los centros comerciales. No, hay algo en ellos que nos hace voltear la mirada para ver de nuevo.

¿Qué es aquello que se nota a lo lejos en el perfecto atardecer de una selva idílica? ¿Por qué una simple cancha de tenis presenta elementos más propios de la escena de un crimen? ¿Qué vidas habrá detrás de esas ventanas iluminadas en un edificio que aparece entre la bruma? 

Los cuerpos que retrata León también poseen cualidades inquietantes. ¿Quién esa mujer rapada en cuya espalda se dibuja un extraño marmoleado? La mujer rubicunda en traje de baño ¿sonríe o lo suyo es un gesto de dolor? En un carro de juguete una niña albina (o en extremo rubio) enarbolando una bandera estadounidense, pasa al lado de dos hombres negros cuyos rostros no se ven. ¿Quién es y adónde va? ¿Es la suya una afirmación racista? 

Las fotos de León, por lo menos me sucedió  a mí, me llevaron a la gran interrogante que plantea una instantánea: ¿qué hicieron antes y qué hicieron después los sujetos fotografiados? La geisha disfrazada que da la espalda a los fotógrafos ¿de dónde exactamente provenía? La mujer desnuda que bebe de una copa de vino ¿cuál es su historia?

Como un obseso de la fotografía (la cual uso a menudo como fuente de inspiración para mi trabajo como escritor), percibo en León, a diferencia de otros artistas, una aproximación ecléctica. Satiriza sobre los sujetos que fotografía, al estilo de Diane Arbus. Retrata personas en poses extravagantes, como solía hacerlo Helmut Newton. Descubre experiencias humanas en medio de las calles como Lorca Dicorcia.

Revela complejidad en paisajes solitarios, a la manera de Stephen Shore (todos estos fotógrafos que admiro). Y este eclecticismo, que algunos puristas verían como un problema, es para mí un atractivo de esta colección. Me entusiasma un fotógrafo con esta versatilidad y con este filo capaz de abordar temáticas tan contrastantes y tan alejadas una de la otra. 

Ojalá León continué con la fotografía fija. Ojalá nos permita asomarnos más a menudo a sus mundos y a sus miradas, a las contradicciones que manifiestan sus imágenes, a la belleza de estos cuadros muchas veces turbadores.  Disfruten esta colección o padézcanla o devórenla o témanla o confróntela. No saldrán indemnes de estas fotografías. 

leonchiproutcinematographer.com

#Portafolio192