Una plática con Anna Virnich

2006
texto Sofía Provencio
fotografía Fabiola Zamora

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Frente a mí se sienta la artista alemana Anna Virnich, es su último día en la Ciudad y nos hemos reunido a desayunar para platicar sobre su trabajo para 192. Es una entrevista con tintes de chismerío; después de su larga estadía en México, reconozco a la persona que tengo en frente como una amiga, una colega y una cómplice. Lo mismo proyecta en su trabajo. Su más reciente exposición, Nervous Moments Membranes, en la galería Proyectos Monclova, está cargada de confesiones escondidas y experiencias personales.

 

¿Por qué haces lo que haces? ¿Cómo te has ido convirtiendo en esta versión de ti? 

 

Querer hacer arte fue muy natural para mi. Mi papá es pintor, mi abuelo era pintor, así que el arte ha estado alrededor de mi todo el tiempo y era una cosa muy cotidiana en la casa donde crecí. No es algo de lo que habláramos siempre, nunca recibí cátedra sobre el tema, pero cuando salíamos a caminar con mi papá, no dejaba de señalar cosas en la calle: “Mira ese verde, fíjate bien en el color”. Yo adquirí esos hábitos como formación básica y con el tiempo se fueron transformando para formar mi propio camino, mi propio lenguaje y mi forma de observar, lo que soy hoy.

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Cuéntame más sobre el proceso de encontrar tu lenguaje.

 

Por lo general, las cosas con las que me siento incómoda son con las que me quedo. Creo que una de las principales labores del arte es la de hacer preguntas y las preguntas pueden incomodar a la gente. Yo comencé ese proceso con la fotografía. Me encanta el cine y me fascinaba la idea de trabajar con la cámara para contar historias. Pero entré a trabajar en la industria muy joven y me aburrió. Así que tomé la decisión de aplicar a la universidad a estudiar arte.

 

Todo pasó muy rápido. Apliqué a la escuela con un portafolio de foto, pero conforme comencé a estudiar exploré el papel y posteriormente los textiles, los cuales se convirtieron en algo muy interesante para mí. Comencé a coleccionarlos y a colocarlos juntos. Los textiles usados me hicieron mucho sentido, sus dobleces, desgaste, manchas y muchas otras características, también cuentan historias; esos retazos de tela tienen poder, están cargados de vida y relatan su propia experiencia. Darme cuenta de eso fue mi primer paso sólido.

 

¿Cómo encuentras las telas con las que trabajas?

 

Para algunas piezas tengo algo muy claro en la cabeza, sé qué tipo de superficie quiero o qué estructura, incluso qué color. En esos casos busco algo muy específico y es muy evidente cuando lo encuentro. También están las que llegan como tesoros accidentales. Hay una pieza en la exposición Nervous Moments Membranes, la azul, que tiene una historia increíble.

 

Llegué a México un viernes y para el domingo ya estaba paseando por La Lagunilla. Estaba completamente desfasada por el cambio de horario y muy abrumada por todo lo que pasaba en ese mercado. Es un lugar surreal para un artista. Estábamos por irnos y algo llamó mi atención. Había un tipo vendiendo chácharas sobre un mantel en el piso. Apenas se asomaba la esquina de la tela: un azul brillante y muy intenso. Cuando quise comprarlo el vendedor probablemente pensó que estaba loca. La tela estaba vieja y muy sucia, supongo que llevaba mucho tiempo utilizándola. Tenía muchas marcas por haber sido doblada infinitas veces. Era increíble. Cuando llegó conmigo al estudio estaba muy sorprendida. Me tardé un rato en atreverme a utilizarla.

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Lo mismo me sucedió con una mantilla que compré ese mismo día. La mantilla me contaba mucho sobre la presencia española en México. La pieza es aproximadamente de 1920 y es el tipo de tela que utilizan las mujeres para cubrir sus rostros en misa. No fue fácil colocarla, tenía que ser muy respetuosa de su historia. Por un lado era este objeto relacionado al rito social de la iglesia, del pudor y el rol femenino dentro de la fe, pero al mismo tiempo era un encaje muy sensual, que fuera de contexto podría relacionarse a otros aspectos de lo femenino. Para mi es un símbolo de esta relación de doble moral de lo santo y lo sexual, algo que me parece muy significativo en la cultura mexicana y su historia.

 

Tu trabajo se siente muy personal, pareciera estar lleno de confesiones escondidas, ¿cómo artista te sientes expuesta?

 

Sí, aunque de forma discreta. No utilizo a mi persona como una imagen directa de mi trabajo. Sin embargo, no puedo inventar nada, todo lo que proyecto en mis obras es algo que experimenté yo misma. Trabajo con lo que veo o lo que siento. Hablo de mis relaciones, mis emociones, cosas tan personales como mi propio sudor. Pero no soy el tipo de artista que se sienta a investigar, mi investigación está a mi alrededor, en mi vida o en las cosas que observo. Mi trabajo y mis materiales se relacionan con experiencias humanas, del tipo que experimentamos todos a lo largo de nuestro desarrollo personal. Al final, en las inauguraciones de todas formas me siento desnuda, aunque los significados estén escondidos en la abstracción de las piezas.

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¿Qué puede esperar el espectador de Nervous Moments Membranes

 

Es una muestra que dice mucho de mí. No creo en las coincidencias, son demasiadas cosas que han encajando a la perfección: el venir a México, después de un año de tantas emociones mezcladas y trabajar en esta exposición ha generado resultados con los que me siento muy satisfecha.

 

Hay algo de manipulación en las reacciones que pueda generar Nervous Moments Membranes. Utilicé el espacio de Proyectos Monclova para formar campos magnéticos y crear una experiencia. El visitante entra en una sala amplia y con mucha luz, donde las piezas están en tensión unas con otras, de muro a muro, pero hay mucho espacio para poder sentirse libre. Sin embargo, al final de este gran espacio hay un pequeño corredor que te lleva a un cuarto que contrasta, ya que está casi a oscuras y no se puede dimensionar a primera vista. Lo que está ahí dentro es la instalación You changed the smell of my sweatprobablemente la pieza más personal que he desarrollado. La tienes que explorar, lo único que te ayuda a recorrer el espacio son unos pequeños puntos de luz sobre algunos objetos, y al mismo tiempo estás rodeado de olor y sonido. Cuando sales y regresas al espacio amplio, se siente un alivio, pero aún traes contigo lo que invadió tus sentidos. Lo considero todo como una gran escultura.

 

¿Por qué es tan personal para ti You changed the smell of my sweat”?

 

Era una pieza que tenía que hacer. No me la podía saltar, de lo contrario no podía seguir adelante con mi trabajo. Es sobre una experiencia muy personal sobre la muerte y algo relacionado al control que ejercemos sobre nosotros mismos. Tiene una parte sonora muy importante que logré con el compositor mexicano Rodrigo Tascón. El ambiente parte de dos sonidos: uno de ellos es algo que tuve en mi oído constantemente durante el último año, no es precisamente tinnitus, pero si es un tono muy alto, como el sonido que antecede a los ataques de pánico. Así que hay un poco de pánico en todo esto. Y el segundo sonido era algo como de índole eléctrica, como un zumbido producido por el voltaje de una fuente de luz. Es un sonido muy molesto, te puede volver loco, pero al mismo tiempo te mantiene despierto, alerta.

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Cuando llegué a la Ciudad de México, el primer recorrido que hice fue por la noche, de mi departamento a la galería. No había mucho ruido y lo primero que escuché fue este sonido viniendo de la instalación de luz en la calle —es una locura como instalan la luz en la calle en México—. Fue el primer sonido que escuché con atención en México y hacía una conexión directa e increíble a trabajos anteriores. Fue un mensaje muy claro, así que lo grabé.

 

Rodrigo unió estos dos sonidos, el tono agudo en mis oídos y el eléctrico, y creó un ambiente sonoro que me pone muy nerviosa. No puedo pasar mucho tiempo dentro de la instalación. Hay cuatro elementos dentro del espacio de You Changad the Smell of my Sweat, todos muy simbólicos, y entre ellos hay unos nardos. Estas flores emiten un olor muy intenso. Anteriormente las había utilizado relacionándolos con la seducción. Irónicamente, para You changed the smell of my sweat, regreso a la misma flor pero ahora para hacer alusión a las despedidas. Los nardos son hermosos y esperanzadores, pero también son comunes en los funerales. Para mí es inspirador como se pueden reunir esas dos ideas, al seducción y la muerte, en un mismo objeto y en un olor. Además los nardos son de México, que mejor.

COMPO

 


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