#Mañanaeshoy
introducción Ana Francisca Vega
fotografía Fabiola Zamora
casting Mauro Sánchez Navarro y Dinah Espínola @ Casting Deals
Hace unos días llevaba a mi hija pequeña a la escuela cuando de pronto, de la nada —como suceden la mayor parte de las cosas con los niños—, me dijo desde el asiento trasero del coche: “¿sabías que el jaguar está en peligro de extinción?”. Sí, respondí, con una punzada de tristeza en el corazón. “eso no me gusta nada”, dijo, y añadió: “es la consecuencia de cosas que ha hecho el ser humano. ¡El ser humano! o sea, nosotros, ¿te imaginas? cazándolos y talando sus árboles”. “Y, ¿tú qué crees que hay que hacer con todo eso que hoy sabes?”, pregunté. “Pues actuar”, me dijo muy segura. “Hoy yo todavía no puedo trabajar, pero sí puedo ayudar a que otras personas que están trabajando en conservar al jaguar puedan hacerlo mejor. Puedo darles un cachito de mi domingo, eso les puede ayudar”. Después, con un rapidísimo “adiós, mami” se bajó del auto y entró corriendo a su escuela.
Me quedé estacionada un momento, pensando en el planeta que, a mi hija, que a los niños de hoy les ha tocado vivir. Ese mundo con desafíos monumentales, pero también con oportunidades únicas para que ellos —quizá como nunca antes en la historia de la humanidad— sean partícipes y creadores de soluciones, de cambios. En ellos está la fuerza, el origen y la posibilidad de la transformación. Éstas son algunas de sus increíbles historias.
—Ana Francisca Vega, periodista
Kendrick Baruk Gil Sánchez, 10 años
Baruk deambula dentro de su casa con toda naturalidad. En un inicio no nos mira directamente a los ojos. Hay dos personas extrañas en su espacio que vienen a hablar específicamente con él. Baruk tiene autismo, diagnosticado desde muy temprana edad; los médicos decían que no llegaría a hablar ni dejaría el pañal. Da gusto saber que se han equivocado: hoy Baruk va a la escuela, lucha por ser más independiente cada día, es verbal y en su mente —que es distinta y privilegiada, diría, a lo que conocemos como normal—, los pensamientos sobre el futuro son clarísimos.
“Quiero que la gente no discrimine a los niños que tienen autismo, síndrome de down y TDAH (Trastorno por déficit de atención e hiperactividad). A los niños con autismo hay que tenerles paciencia, tolerancia y respeto”. Ésa es su lucha, la de la inclusión. Llegar a conocer el significado de esta palabra y tomar la decisión, firme y concienzuda, de que será su meta para lograr un mundo mejor, tuvo su comienzo en el colegio al que Baruk asistía. Su madre decidió que él recibiría una educación como la de cualquier otro niño. “No quería ir a la escuela porque los maestros me regañaban, no me toleraban, no me tenían paciencia y los niños me hacían bullying por tener autismo. Por eso quiero concientizar: paciencia, tolerancia, respeto”, repite insistentemente.
“Quiero que el resto de los niños con autismo no sufran como yo”, agrega. Y para lograrlo, lo que se tiene que hacer es educar a la sociedad, porque la suya es una condición: los niños con autismo simplemente huelen, ven y piensan diferente. Junto con su mamá tienen un grupo en Facebook que se llama Tea de colores, donde por medio de terapias, guían y ayudan a padres con niños con Síndrome de down y autismo (nivel 1, 2 y 3). A través del grupo tratan de explicarles y mostrarles el proceso con el que Baruk ha conseguido cambios sorprendentes.
“Quiero que no discriminen a los niños con autismo, y de grande quiero ser doctor para salvarle la vida a las personas y para que sepan que soy un niño especial.”. La palabra quiero siempre por delante, multiplicando el grito de ayuda, proclamando el futuro, haciendo posible una nueva realidad.
Marian Said, 12 años
Juego es una pelusa que escapa de nuestras manos, una pluma chorreada, un bigote de color. Es risas y abstracción y desahogo y práctica. Juego es capacidad de crear y, en algunos casos, aprendizaje inconsciente. Por qué no, una nueva rutina para ayudar a otros.
Un canal lleno de juegos es la iniciativa de Marian y su hermana menor. Un día se pusieron frente a la pantalla y empezaron a grabarse: hacen manualidades, dibujan animales, hablan sobre artistas y pintores —les interesan especialmente los del pop art—, cocinan y llevan a cabo todo tipo de juegos para que otros niños aprendan y se diviertan.
Marian es transparente, exuda creatividad, le interesa, la llama. Hablamos del arte como un medio para ser mejores personas y tener un mundo mejor. “Creo que sí”, dice, “el arte les da a los niños una sensación linda para crear más cosas y los inspira”. Un canal lleno de juegos refleja los intereses de Marian, pero puestos al servicio de los demás: “Me gustaría que otros niños lo vieran para que aprendan e incluso pueda ser una herramienta que les ayude a hace sus tareas”.
En Un canal lleno de juegos todas las edades son bienvenidas y lo encuentras en Youtube.
Leah Carvajal, 11 años
¿Cómo te imaginas el futuro? “Espero que sea un mundo mejor. Quiero vivir en un mundo que apoye y cuide a los animales, que sean como de nuestra familia y que no los maltraten porque ellos llegaron a este mundo antes que nosotros. Nosotros llegamos a habitar en su hogar. Ojalá el futuro sea con más conciencia hacia los animales”. Leah habla sentada en su cama, rodeada de peluches de animales y con su perro Juan al lado. Su sonrisa es enorme, me recuerda a la del Gato Cheshire de Alicia en el país de las maravillas, con una silueta que parece luna menguante. Su misión es clara: ayudar a que los animales, especialmente los de casa, tengan una vida mejor. Su trinchera se llama Misión Patacán —una iniciativa social hecha completamente por los niños del Montessori, a donde Leah asiste—, desde la cual ayudan al Albergue San Cristóbal, recaudando fondos por medio del voteo, donando artículos de limpieza y croquetas, y haciendo una venta de garage anual en su escuela para recaudar fondos, así como promoviendo la adopción.
En mi mente, como un mantra, resuena la frase “en los niños está un futuro mejor”. Se lo pregunto a Leah… “Sí, en esta generación de niños sabemos que nosotros vamos a hacer este planeta mejor. Labores como la que hacemos en Misión Patacán son muy importantes porque logran que los niños sean conscientes de que pueden ayudar a los animales, las mascotas y al mundo. Me gusta que desde pequeños nos inculquen que tenemos que ayudar, y se siente bien hacerlo”.
Regina Coaxospa, 13 años
Una conmovedora capacidad de imaginar proyectos, pero sobre todo de llevarlos a cabo. Un tesón asombroso, si cabe, anhelando siempre más. Cuando Regina estaba en segundo de primaria (tenía 7 años), la invitaron a participar en la Feria Educa con un proyecto de emprendimiento para cosechar lechugas hidropónicas. Ganó el primer lugar. Con ese apoyo, Regina y su familia hicieron el invernadero que tienen en el segundo piso de su casa, y empezaron a crear ventas y clientes. Pensar que este proyecto podía convertirse en un negocio comenzó a adquirir cierta forma: los clientes les pedían más productos, la lechuga fue una buena carta de presentación, pero no era suficiente; el mercado pedía más.
“Ahora estoy en 6to de primaria y me volvieron a invitar a la Feria Educa; participé con un proyecto que se llama Comercializadora de Hortalizas y Frutas Colibrí. Me di cuenta de que por la pandemia la gente de la zona de Xochimilco dejó de salir a vender sus productos de cultivo; entonces se me ocurrió comprarles esa mercancía y venderla con entrega a domicilio, así todo vuelve a funcionar de nuevo”, explica regina con claridad. Con ese proyecto ganó otra vez.
La raíz de su personalidad persistente es su padre, quien por generaciones se ha dedicado a la agricultura y que, en las palabras de Regina, “nunca se rinde, trabaja duro y siempre consigue lo que sueña”. Nada mal para ser su ejemplo a seguir, su inspiración y pieza fundamental en su equipo de trabajo. Juntos van por un nuevo proyecto, ahora con animales. Como dos ráfagas atisban su futuro hoy, con un sueño más y una mentalidad sólida, dos cosas indispensables para seguir avanzando.
Roberto Sánchez López, 10 años
La mitad de su vida enfocada en la esgrima y ya con un título de campeonato nacional bajo el brazo. Pero va por más: Roberto quiere llegar a competir en los Juegos olímpicos. Nos encontramos con él en el salón donde entrena. Vestía el traje de esgrima completo, espada en mano. Sus padres y su entrenador lo saben, “Roberto busca a toda costa conquistar sus sueños, representar dignamente a su país y al mismo tiempo ayudar a su planeta”. Vaya combo. Todo está ligado: Roberto y su papá reúnen el reciclado de varias familias para venderlo en un centro de reciclaje; las ganancias son utilizadas para pagar los estudios de esgrima.
A la par, han logrado que las familias que no separaban la basura, ahora lo hagan, y claro, contribuyen a que la ciudad respire otra vez. El deporte es capaz de cambiar una vida, de eso no hay ninguna duda —el empuje, la motivación, el movimiento mismo son factores intrínsecos al cambio—, pero lo sorprendente es que a los 10 años lo tengas así de claro y estés dispuesto a todo con tal de alcanzar tu sueño.
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