Víctor Trujillo

Como ese amigo tímido, se transforma ante los ojos de todos

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texto Luis Rosales Uribe
fotografía Gonzalo Morales

Llegué al edificio donde tiene su sede Aire Libre, la nueva estación de fm en donde ahora Brozo es parte de la programación. En el lugar se respira un aire completamente fresco, libre, como su nombre lo dice. Me sentí en un espacio que da la bienvenida a nuevas formas de expresión. Víctor Trujillo, quien le da vida a Brozo, por si alguien no lo sabe aún, no es precisamente una voz nueva en los medios, pero definitivamente sigue vigente como Brozo, y después de más de 30 años de trayectoria, todavía tiene una voz activa, joven y propositiva. Para este número de música y de karaoke, me interesó explorar una personalidad como la de Víctor, que toma la identidad de Brozo para decir todo lo que le pasa por la cabeza sin miedo a nada. Como ese amigo tímido, callado, que una vez que toma el micrófono en el cantabar, se transforma ante los ojos de todos. En este caso, una peluca verde, un maquillaje de payaso y una voz aguardientosa bastan y sobran para exponer el genio de uno de los comediantes más enigmáticos de México.

Brozo Victor Trujillo

Luis Rosales Uribe (LRU): Tengo que decir que, preparándome para esta entrevista, descubrí que diste voz a uno de mis ídolos de la infancia, Leono (a finales de los 80). ¿Qué se sentía poder decir “espada del augurio, permíteme ver más allá de lo evidente”? ¿Cómo fueron tus inicios en el doblaje?

 

Víctor Trujillo (VT): [Risas] Fui muy afortunado de entrar al doblaje en ese momento, porque era una época en donde ese trabajo se reconocía mucho. En ese entonces había que ganar la fuente; entonces nos empezaron a habilitar a los jóvenes que íbamos entrando, y me tocaron maestros de privilegio, como Germán Robles o Fernando Luján, Blanca Sánchez, Azucena Rodríguez… puro cuarto bat.

 

Hubo una serie de factores que me impulsaron a ponerme al tiro. Tenía que andar como navaja porque había que hacerlo. Y ahí es donde empiezo a hacer doblaje, y no dejé de hacerlo unos 12 años. De ser aprendiz, al final ya tenía yo mis propias direcciones.

 

En el caso de los Thundercats, llegó la serie y recuerdo que la directora era Magdalena Leonel de Cervantes —otra gloria del doblaje—; yo ya estaba trabajando y fui al casting. Cuando me dijeron que iba a ser Leono, ni si quiera sabía qué hacía ese cuate. Fue uno de mis primeros estelares. Ya había hecho algunos largometrajes, pero la serie te permite tener eso cada semana, lo cual también es un buen trabajo, porque ya aseguraste un lugar y está chido: hay que pagar la renta y todo ese rollo. Me quedé con el personaje, que se hizo importante por el recuerdo que quedó de la serie y de la referencia que te da. Sobre todo a la chaviza de ese tiempo.

 

LRU: Me imagino que cuando tienes eso en tu currículum, ninguna puerta se te puede cerrar en el mundo…

 

VT: En el aspecto de doblaje ha sido maravilloso porque, por el cambio de generaciones, los niños asocian mi voz con diferentes personajes. Para otros ha sido Sully de Monsters Inc., y para otros, el Señor Increíble. Entonces, más allá de que me divierte hacerlo, es también por el privilegio de estar en ese tipo de producciones en estos tiempos, donde el director es lo mejor, sabes que te vas a divertir mucho, pero te vas a divertir a un súper nivel, al mismo nivel como en el que empezamos nosotros en esa época de los 80, cuando el doblaje que se hacía en México era el mejor del mundo. Las mejores voces, los actores, todo absolutamente. Por lo tanto, también había ese grado de exigencia y de nivel, ahí no había concesión de tiempo. Porque hoy, entre más rápido terminas, es más dinero, finalmente, pero en esa época no, en esa época te daban una película para dirigir y tú decías: “necesito dos días, porque está muy difícil, porque necesito a los actores muy concentrados, son papeles complicados”, y te decían “ok”. Ahorita la posibilidad ya es como “¿Qué? No, hermano, empieza a las 8 y la entregas a las 6”.

 

LRU: ¿Se podría decir que tu carrera profesional empezó ahí o en teatro?

 

VT: Realmente empecé a los 15 años en radio, en la XEB. Ahí empecé a trabajar. Hice radio educación y todavía alcancé algo de radionovela, y de la radio, pues estabas alternando con actores, de pronto les gustaba lo que hacías y me empezaron a conectar con gente de teatro, entonces encontré muchos maestros.

 

LRU: ¿En ese punto te cruzaste con Ausencio Cruz?

 

VT: ¡No! A Ausencio lo conocía de la colonia, de la Portales; varios que trabajábamos en el medio primero nos conocimos ahí. Coincidimos después en el teatro porque él estaba haciendo teatro universitario en la Carpa Geodésica.

 

LRU: ¿Y qué hacían? ¿A qué se dedicaban en ese entonces, cuando eran vecinos?

 

VT: Yo estaba trabajando desde muy chavo, conservaba la escuela, pero ya tenía mis turnos para ir a trabajar. Ausencio estaba en la universidad, en Literatura Dramática y Teatro, junto con otros amigos que después entraron a trabajar con nosotros, cuando “ya estábamos en la tele”, a escribir guiones y todo eso. También era gente de ahí, de la misma colonia.

 

LRU: Quizá no muchas personas ubican el nombre de Ausencio, pero se dice que fue uno de los grandes escritores de comedia. ¿Qué nos pasa?, por ejemplo, influyó a muchísimos comediantes de la época y posteriores.

 

VT: Sí, él escribía ahí, también fue un programa que funcionó muy bien con Héctor Suárez [se produjo por primera vez entre 1986 y 1987]. Y cuando nos reunimos a trabajar por primera vez, una compañera de la universidad de Ausencio era maestra mía de teatro en la escuela, entonces pues, además de trabajar muy chavo, estaba haciendo teatro desde la primaria. La oratoria, la poesía y todo eso, ya eran parte de lo que hacía. Y teatro, pues gané un concurso en esa época de primaria, un trabajo que Ausencio vio, y entonces me invitó a trabajar de media noche de la Carpa Geodésica, que es un espacio universitario.

 

Ahí viene el encanto de la dupla entre Brozo, el personaje, y yo, porque también los tiempos han ayudado, no sólo en la parte psiquiátrica, sino también en la parte digital. Brozo ha sido el hardware y yo soy el software, y así queda muy explicada la dupla: mientras yo sepa más, él sabe más; mientras yo estudie más, él sabe más. Y mientras él sepa más, todos nos divertimos más.

 

LRU: ¿Qué opinas de Brozo? Te lo pregunto porque, cuando creas personajes así, tan brillantes, tan transgresores, imagino que se puede comer tu vida y apoderarse de todo. ¿Cómo mantienes una sana distancia entre él y Víctor?

 

VT: Es un personajazo. Y definitivamente tardas tiempo en descifrar la relación. Porque haces muchos personajes y no sabes qué va a pasar con los que vas creando, te pueden durar un día, una semana, pero hay unos que tienen una riqueza en su diseño, como el caso de Brozo, y tardas en entender que hay una parte en tu ser que tiene un dispositivo que se llama “la personalidad sombra”. Ahí es donde dices, haces, te imaginas y sueñas lo que tú en tu primera persona no harías.

Brozo Victor Trujillo

LRU: Es como una suerte de ventana al exterior…

 

VT: Exacto. Eso lo entiendo muy bien porque realmente empecé a trabajar en esto tan pequeño por una gran necesidad de vincularme con los demás.

 

LRU: ¿De tener una voz?

 

VT: No, de vincularme yo, por algún medio. Estar vinculado con los demás, porque de principio soy muy inhibido, soy más bien de estar solito. Pero esa puerta me deja entrar a la totalidad con mis ideas, mis proyectos, mi plan, con lo que me gustaría de discurso. Entonces Brozo me complementa. Cuando dices “es que de pronto el personaje se come a la persona”, para mí resulta ideal, porque conservo mi silencio, mi espacio, lo que me gusta hacer, mis pocos amigos, pero estallo allá. Llámese Brozo, o llámese la Beba, o llámese Estetoscopio, o el Charro Amarillo, etcétera.

 

LRU: Y estos últimos ya no siguen apareciendo justamente porque Brozo se ganó todo el espacio…

 

VT: Pues sí, pero si la Beba hubiera tenido también ese espacio, estaríamos jugando con los dos y esperando a que un tercero saliera con esas dimensiones, pero Brozo además se sostuvo y se expandió cuando decidimos meterlo a las noticias.

 

LRU: Tradicionalmente, quien da las noticias en México es un personaje tenso, rígido, de ideas muy fijas, al menos en los canales de siempre. Es decir, se toma como un trabajo muy en serio y no hay tanto espacio para la comedia, como en algunos noticiarios gringos. Pero la personalidad de Brozo tiene mucho que ver con la cultura del mexicano, de no tomarse tan en serio tanta mamada que se dice en las noticias. ¿Quién tuvo la brillante idea de darle un trabajo en serio a un payaso?

 

VT: [Ríe] Sí, para el tiempo fue algo muy transgresor. Ése era el diseño, así que salió perfecto. Si pensamos en el teatro de revista, justamente se trataba de romper la solemnidad social. Y la solemnidad social, en esos tiempos, eran las noticias. Y también había la apuesta de decir: un país en los 80/90, donde empiezan a pasar cosas distintas, donde hay otro tipo de inercia, donde se está tratando de ir a un siguiente nivel de cosas… ¿hasta cuándo se va a mantener esta solemnidad y esta simulación? Es un acartonamiento y sí, lo que estamos viendo que está pasando en la sociedad es que es muy distinta. De ahí la idea de decir: “¿por qué no metemos, como en la historia del arte, a un payaso en el mundo solemne?”. Salieron chispas.

 

LRU: Me parece increíble, porque también fue un momento en el que había muchas cosas por decir, pero nadie se atrevía, por miedo a la represión y a “quemar” su carrera. Pero de pronto sale Brozo y no tiene nada que perder, entonces todos se van para atrás con sus opiniones. ¿Brozo tiene licencia para decir lo que se le pegue la gana?

 

VT: Si te vas a la cuestión formal, es un personaje de ficción, entonces es un chiste en tanto crees. Y si ves a un candidato, a un secretario, o a una directora general de quién sabe qué, hablando con Brozo, entonces Brozo existe.

 

LRU: Ellos solitos le dan validez…

 

VT: Exactamente, y si contestan tus cuestionamientos, aunque estés pintado de payaso, pues entonces sí está pasando.

 

LRU: ¿Cómo surgió la idea de crear a Brozo?

 

VT: Mi esposa Carolina y yo teníamos esa idea. Escribimos como 700 versiones alternativas de cuentos clásicos, pero adaptados a la calle chilanga, como Romeo y su prieta, Hotelo, etcétera. Retratábamos la chilanguez, y Brozo era el encargado de leer esos cuentos. Ella sabía perfectamente que el personaje era expandible, que tenía mucho más que decir, entonces empezamos a coquetear con la idea y, justo el día en que asesinaron a Colosio, se acercó Carolina y me dijo: “ahorita es tiempo”.

 

LRU:¿Qué vieron en ese momento que lo hacía ideal para lanzar el personaje a la grande?

 

VT: Que el sistema se quebró. Entonces, mientras todo mundo estaba preocupado recogiendo la pedacería, nos metimos. Cuando todo mundo volviera a la normalidad, ya estaríamos ahí, de otra forma nunca íbamos a poder entrar. Y así fue, justamente en ese momento iniciamos las pláticas con Grupo Acir, con los señores Ibarra. “Tenemos este personaje (que el personaje ya era bastante conocido), entonces queremos hacer un programa de noticias llamado El mañanero, en donde Brozo sea el anchor…” [ríe y continúa] Me sigue asombrando que hayan creído en nosotros. Le doy mucho crédito a ellos por compartir nuestra visión, porque además quizá les sonaba buena la idea, pero luego estaba la cuestión de si lo íbamos a lograr bien o no. En realidad, no sabían si algo así podría funcionar, fue un salto a ciegas.

 

LRU: ¿De qué hablaron en el primer programa?

 

VT: Entramos en la toma de posesión de Zedillo, ahí fue el primer programa, entonces teníamos mucha tela de dónde cortar. Eran temas muy calientes en ese entonces. Se dieron situaciones o circunstancias muy especiales que nos permitieron echar a andar algo. Se dio. Digo, el 94 no va a ser recordado por ser el año en que empezó El mañanero, pero todas las cosas que pasaron en el 94, desde el 1 de enero, lo convirtieron en un año muy especial.

 

LRU: ¿Te has tenido que cuidar de Brozo, en el sentido de que hay puntos en tu vida personal en donde su voz es demasiado fuerte?

 

VT: Eso también ha sido una bendición, porque por lo escandaloso que es el personaje —vamos a decir que, hablando de libertad de expresión—, atentar contra Brozo no es una tarea fácil. Por la ingenie- ría del personaje, es alguien que no se va a quedar callado, no se va a someter. Gracias a eso hemos podido acompañar el bienestar de la información desde los 90 hasta ahorita. Claro, incomodas, te avisan, te quieren quitar de en medio. Sí ha habido momentos peligrosos, pero han valido la pena, es parte del viaje. Ha sido un ejercicio muy divertido, de mucha responsabilidad. Ahí viene el encanto de la dupla entre el personaje y yo, porque también los tiempos han ido ayudando, no sólo en la parte psiquiátrica, sino también en la parte digital. Brozo ha sido el hardware y yo soy el software, y así queda muy explicada la dupla: mientras yo sepa más, él sabe más; mientras yo estudie más, él sabe más. Y mientras él sepa más, todos nos divertimos más.

 

LRU: ¿Has llegado a estar hasta la madre de Brozo

 

VT: No, así no. Pero sí ha llegado —o llega el tiempo— en que dices: estuve 30 años en la televisión, sin salir. Treinta años, desde el 94 hasta 2017. Sin salir. Pero también conozco las mieles de la radio, la radio es amable, te permite ir y volver: la comunicación así funciona. Bendita radio.

Brozo Victor Trujillo

En la página 169 de la edición impresa de 192, donde Víctor Trujillo menciona la estación de radio “96.5”, debería decir “94.5”.

 

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