Mi héroe es la 261

0509
por Daniela Valdez

“Nunca he sido el tipo correcto de mujer”, dice una voz

en off. “Demasiado grande y demasiado segura de mí

misma. Demasiado malencarada si no sonrío. Demasiado

negra para el blanco de mis tenis. Demasiado motivada

para la maternidad. Pero entonces demuestro, una y otra

vez, que no hay una forma equivocada de ser mujer “.

Serena Wiliiams

 

No crecimos escuchando que somos iguales. Vaya, no trataron siquiera de engañarnos con este concepto. Nos vestimos de ciertos colores, somos delicadas, manejamos terrible y los deportes en equipo no se nos dan. Es más, hasta el 19 de abril de 1967 se pensaba que no podíamos correr más de una milla, dos kilómetros y medio, al día. Pero existió una mujer que decidió romper con los estereotipos, ponerse los tenis y correr. Correr para demostrar que somos iguales. Correr para romper con la idea de que nuestro único y mayor sueño en la vida no es conocer a un hombre, casarnos y tener hijos. Gracias a muchas como ella, hoy podemos correr libremente por las calles, aunque aún cuesta hacerlo sin que te echen un piropo —esa parte nos toca ahora a nosotras—, e incluso algo que parecería tan normal para nosotras como votar. La igualdad se ha ido logrando poco a poco, a veces con sangre, pero vaya que ha valido la pena. Juntas podemos.

 

Kathrine Switzer cambió la historia el día que se inscribió para correr el maratón de Boston en 1967. Sin embargo, su propia historia de cambio comenzó el día en que corrió un poquito más de lo que le dijeron que podía. Empezó a entrenar a los 12, corriendo una milla todos los días porque quería jugar hockey, y aunque nunca lo hizo, se dio cuenta de que cada día lograba correr un poco más. Entonces se cruzó con un entrenador en Nueva York, Arnie Briggs, quien le dijo lo que ya sabía: “una mujer no puede correr el maratón”. Lo que me parece más grave del caso no es que nos dijeran que no podíamos: es que nosotras mismas, antes de Kathrine, lo creíamos. ¿Qué tantas cosas más nos habrán dicho que no podemos hacer y en realidad sí podemos?

 

 

Al final, Briggs accedió a llevarla a Boston, si le demostraba que podía correr los 42 kilómetros. Sin saberlo, Switzer, una mujer que se describía a sí misma como débil antes de empezar a correr, estaba abriéndole el camino a miles, si no es que millones, de mujeres que, al ver su hazaña, se dieron cuenta de que también podían cruzar la meta. Kathrine corrió 49 kilómetros un día. Para poderse inscribir, puso solamente “K. V. Switzer” en la lista, y, asumiendo que era hombre, los organizadores le dieron el número 261.

 

El día de la carrera estaba nevando, y como ella traía mucha ropa, nadie hubiera pensado que había una mujer entre los corredores. Sin embargo, en cuanto los periodistas se dieron cuenta de que no lo era, empezaron a seguirla y a señalarla. Era como ver un extraterrestre: era una mujer que podía. Entonces un tipo la empujó y trató de arrancarle el número. Sintió miedo y quiso detenerse, pero decidió no hacerlo, porque ella sola tenía que demostrar que todas las demás también podíamos. “Cuando lo terminé [4.20 horas después], sentí que tenía un plan de vida, una meta, un propósito para cumplir. Me sentí plena también porque corrí mi primer maratón en las circunstancias más difíciles, y después de eso nada más sería tan duro”.

 

Dos años después, la activista del deporte femenino ganó el maratón de Nueva York. A partir de ese momento, el maratón femenino fue un deporte olímpico oficial. Efectivamente, crecemos escuchando que no podemos. Si le das ffwd 20, 30 o 40 años escuchando conceptos erróneos, incluso algunos que distan más de dos mil años de nuestra realidad basados en la tradición judeocristiana, una y otra vez, ¿qué nos encontramos? Con la frustración. Con mujeres que piensan que envejecer no es natural. Con mujeres que no piensan que su forma de ser mujer es la correcta.

 

Esa voz en off de la que hablamos al principio es Serena Williams en un comercial para Nike de este año. Estamos hablando de que incluso hoy, una de las más grandes deportistas de todos los tiempos, primer lugar en el ranking de la WTA durante 300 semanas sin parar, con tantos títulos que necesitaríamos una página extra en esta revista para enlistarlos todos, tiene que demostrar que su fuerza mental y física, incluso su color o sus decisiones personales, también son la manera “correcta” de ser mujer. Lo cierto es que Serena Williams es un gran ejemplo de lo que un atleta, una mujer atleta, debe ser: simplemente ser.

 

 

La realidad de cada uno es lo que nos repetimos una y otra vez en la mente. ¿Por qué no adoptar entonces ideas más frescas, más nuevas, junto con hábitos que nos permiten ser quienes somos verdaderamente? Antes de nosotras, cientos de miles de mujeres han luchado por la equidad. Ahora nos toca a nosotras. Podemos redefinir nuestras ideas, reescribir nuestros diccionarios para que se ajuste a lo que verdaderamente somos y creemos, y no lo que nos dijeron que debíamos ser. La periodista Peggy O’Mara mencionó en una entrevista que, “lo que le decimos a nuestros niños se convierte en su discurso interior”. Sin embargo, en cualquier momento que decidamos hacerlo, podemos cambiar ese discurso.

 

No nacimos para complacer; nacimos para complacernos. No nacimos para ponernos el pie entre nosotras; nacimos para tomarnos de la mano; no nacimos para ser la imagen y semejanza de una chica poco saludable que aparece en la publicidad de una marca. Nacimos para ser nosotras mismas. Como lo explica Judith Lorber, autora de The Paradoxes of Gender, “…el género no se puede equiparar con las diferencias biológicas y fisiológicas entre las mujeres y los hombres. Los bloques de construcción de género son estados construidos socialmente”.

 

Sin embargo, cambiar dos mil años de inequidad no es fácil. Requiere muchos sacrificios. A veces éstos son quedarnos solas. A veces son dejar una mala relación que nos hace daño —según la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares del INEGI, casi 50 de cada 100 mujeres han tenido al menos una relación de pareja donde han sido agredidas—. A veces son desacelerar un poco y escuchar a nuestro cuerpo, renunciar a un trabajo que no te da nada más que dinero y dolores de cabeza, o el sacrificio de levantarte a las 6 a.m. a correr en el frío. Vencer el miedo. Cortar estas ideas desde la raíz y sembrar semillas nuevas. El mundo que vivimos hoy no es el de Kathrine Switzer. Es más, probablemente nunca te habías planteado la idea de que salir a correr sin que nadie te señale es todo un privilegio.

 

En Nanette, un show de standup de Hannah Gadsby que puedes encontrar en Netflix, la comediante gay dice con lágrimas en los ojos: “No hay nada más fuerte que una mujer rota que se reconstruyó a sí misma”, después de confesar el abuso sexual y físico que sufrió por ser ella misma, por no adecuarse a los estereotipos esperados de una señorita. Durante ese programa, Gadsby se plantea dejar de hacer lo que hace para poder sanar: si sigue burlándose de sí misma y de quien es, probablemente nunca pueda hacerlo.

 

A veces hay que levantarnos, amarrarnos las agujetas, y simplemente correr. Ser fuertes. Dar ese kilómetro extra aunque el resto del mundo te diga que no puedes hacerlo. Según el INEGI, de la población de 18 y más años de edad en México, 42.4% realiza la práctica de algún deporte o ejercicio físico. Si de género hablamos, sólo 36% de las mujeres declararon hacer alguna actividad física, a diferencia del 49.8% de los hombres.

 

¿Cuánto tiempo de tu ajetreado día tomas realmente para ti? Te levantas algo cansada, medio desayunas lo que sea, corres a la oficina y pasas el día entero sentada en una silla. Y claro, un día te das cuenta de que lo que más tenías que cuidar, tu cuerpo, fue a lo que le pusiste menos atención. Lo cierto es que nuestras vidas valen. Nuestros cuerpos son nuestros y es nuestra responsabilidad cuidarlos. En un país como México, donde existen focos rojos de feminicidio internacional como Ciudad Juárez o el Estado de México, y en realidad, todo el país, cuidarnos en lo individual y en lo colectivo, como mujeres, no es una cuestión de poder, sino de deber, más si subrayamos que en las cifras oficiales el feminicidio no se contabiliza, como si no existiera. En México, la Secretaría de Gobernación cuenta los homicidios sin distinción de género. Porque cuando les conviene, todos somos iguales.

 

 

Sin embargo, las cifras están cambiando. Por primera vez en la historia de nuestro país, el gabinete de Andrés Manuel López Obrador tendrá un 50% femenino, entre ellas una de las más brillantes atletas que ha dado México, Ana Gabriela Guevara, a la cabeza de la Comisión Nacional de Cultura Física y Deporte. “Lo más grato de regresar con los brazos arriba es que toda esa gente que te dijo que no podías, te vea con la cabeza abajo y acepte que se equivocó, y hoy sean quienes te aplauden”. La campeona mundial en velocidad de atletismo, quien subió a un podio olímpico representando a México en Edmonton 2001, París 2003 y Helsinki 2005, lleva las riendas del deporte nacional.

 

Juntas lo estamos logrando. ¿Sabes por qué? Porque antes de nosotras hubo otras que nos abrieron el camino, que lucharon cada día por ser escuchadas y darles valor a su cuerpo, su vida y su trabajo. Hace unos días abrí una empresa llamada Tinta Roja Editoras. El nombre Tinta Roja estaba ocupado, y al ser dos mujeres con ganas de generar trabajo para otras, mi socia Dariela Romero y yo decidimos imprimir nuestra feminidad en el nombre. Hace 10 años dos mujeres se atrevieron a crear esta revista y juntas pudieron. Y nos dieron un trabajo a las dos, y nos enseñaron, con el ejemplo y su trabajo, que nosotras juntas también podíamos. Convirtámonos en el ejemplo que queremos seguir, seamos un modelo para las generaciones que vienen. Seamos el tipo correcto de mujer: las que somos lo que quieren ser.

 

 


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