5pm: JOSÉ LUIS CORTÉS

Un sitio cercano al idilio

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texto Danaé Salazar
fotografía Zony Maya para Zona 5

Un acontecimiento fortuito nos trajo a la mesa de José Luis Cortés, arquitecto. Su casa, en San Ángel, es un oasis. El paraíso está acompañado de lo básico: materiales naturales, flores, pájaros, y los elementos agua y luz como esenciales. Realmente es un sitio cercano al idilio. Acompañados de un café y un pastel de naranja hecho en casa, nos sentamos de vista al jardín. La luz inunda el espacio. Ésta es una plática sobre la forma en la que una casa mueve tu vida y, como diría el propio José Luis, “sobre cómo una sola ventana es capaz de transformarlo todo“.

 

 

192: ¿Cómo llegaste a este sitio? ¿Cómo hiciste de él tu casa?

 

José Luis Cortés: Estudiaba fuera del país. Estuve viviendo en Dinamarca dos años haciendo una maestría, y en Boston haciendo otra maestría en Diseño Urbano. Cuando regresé de estudiar, empecé a buscar trabajo y me dio chamba un gran urbanista que se llama Efraín Medrano. En aquella época, 1974, era el mejor urbanista de México; su despacho se encontraba en esta calle, Galeana 115, un despacho muy bonito. Un día vi que esta casa (mi casa) estaba en venta, era una vecindad familiar abandonada, muy deteriorada. Vine un día en la mañana a hablar con el dueño y le hice una oferta. Era 1988. Sin verla, la compré por una cantidad muy pequeña e irrisoria. Fue un trato de caballeros, de palabra. A partir de ahí empecé a descubrir que la casa estaba intestada, hipotecada y con todos los problemas del mundo. Pero todo se solucionó.

 

Entonces, me empezaron a ayudar varios amigos, como el Arq. Manuel Parra, quien trabajó mucho en la recuperación de San Ángel y de Coyoacán, con material de demolición de las casas del Centro que se caían. Él fue reconvirtiendo esta zona. Parra también recuperó la iglesia del Carmen y tuvo la idea de hacer el Bazar del Sábado. Debe de haber unas 200 intervenciones de él en esta zona, y todo lo hizo con material de demolición, es decir, reciclable: la madera, los tabiques. De cada casa hacía algo maravilloso porque manejaba muy bien la luz y los espacios, como la del Indio Fernández —que se tardó 25 años en hacerla, porque el Indio le iba dando dinero conforme iba ahorrando—. En especial, Parra me ayudó a conformar este patio. El gesto de hacer la terraza abierta junto al antecomedor y a la cocina, le ayudó mucho al carácter de la casa, a integrar el espacio verde.

 

Tengo otro gran amigo que se llama Carlos San Martín, seguidor de Parra y quien también trabajaba con material de demolición. Él me presentó a sus canteros, maestros de obra, carpinteros, y todos juntos recuperamos la casa.

 

192: ¿Cuánto tiempo te tomó la reconstrucción o remodelación total?

 

JLC: Fueron tres años. Sin embargo, nunca he terminado. Llevo 22 años y sigo mejorando todos los espacios. Nunca terminas en una casa. Es un proyecto de vida.

 

 

192: ¿Dirías que es una casa doble? Hay dos espacios completamente contrastantes.

 

JLC: Me gusta mucho recibir amigos que he conocido cuando he trabajado y estudiado en diferentes partes del mundo. Tengo espacios donde recibo a la gente, pero me gusta que tengan privacidad e independencia.

 

Hace relativamente poco compré la casita de al lado, a la que llamo the Little White House, la casita blanca. Es de una arquitectura muy diferente, pero la integramos a la casa, es parte de la casa principal.

 

192: ¿Con base en qué necesidades personales fuiste adaptando los espacios, o creando nuevos? Cuando llegaste a esta casa, era prácticamente un lienzo blanco.

 

JLC: La casa básicamente está estructurada bajo los siguientes principios. 1. Poder aprovechar la luz al máximo. Creo que lo más valioso que tenemos en cualquier emplazamiento, es la luz. Así que hay que aprovechar las orientaciones. Tengo la suerte de que la casa está orientada norte-sur y da una luz fantástica a toda la casa. 2. El otro principio es cómo integrar el agua. En el recorrido de la casa, verás el elemento agua como algo muy importante. Las fuentes te ayudan mucho a tener serenidad, a poder gozar de su sonido —el sonido es bonito—; visualmente el agua te estimula mucho, te ayuda a crear o cambiar microclimas, es como un oasis. Cómo integrar fuentes en todos los lugares fue esencial, para siempre estar viendo y escuchando el agua. 3. El otro tema es cómo gozar de los materiales naturales. Si es madera, gozarla (todas las mesas son de madera natural); con las vigas hemos hecho muchas cosas; la cantera es otro material fantástico y la hemos aprovechado mucho para crear todo tipo de objetos y ornamentos; y el tabique me parece un material muy noble y cálido.

 

La casa, entonces, tiene mucho que ver con los materiales naturales. Es una casa muy sencilla, no hay ningún lujo, todo es apegado a la vida que la naturaleza te da. En el jardín he tratado de integrar siempre plantas que sean comestibles (como el cedrón y la hoja santa, que la consumimos de manera continua, o árboles como el limón y las higueras). En fin, siempre trato de tener la mayor parte de plantas que sean agradables a la vista, y comestibles. Aquí siempre cocinamos con todo lo que hay en el jardín. Es otro principio importante.

 

Y algo que también me pareció importante es cómo integrar la casa al contexto de San Ángel —no agredirlo—. Un arquitecto, más que relucir y ensalzar su ego, tiene que ser más humilde e integrarse al contexto. Por fuera la casa no tiene grandes aspiraciones, más que la de integrarse al contexto.

 

192: ¿Cómo decoraste la casa?

 

JLC: La casa se fue dando de manera muy natural y espontánea, poco a poco. Además se transforma mucho, tiene mucha versatilidad. Lo que hoy es comedor, mañana puede ser sala. O cuando hay que unir mesas para hacer un convivio, se cambia todo. Soy muy apegado a historias personales —que si el ropero era de mi abuela, aquí está, me trae recuerdos bonitos—, y muchos objetos son regalos que la gente me va dando. Nada más hay que buscarles el lugar adecuado.

 

 

 

192: Te regalan muchos cuadros…

 

JLC: Me gusta mucho el arte, la pintura y la escultura. Tengo muchos amigos pintores. La colonia está llena de escritores, pintores, historiadores, de artistas en general.

 

192: Arte en general.

 

JLC: Hay mucho arte a mi alrededor. Aquí enfrente vivía Cuevas, éstas pinturas son de mi gran amiga Carmen Parra, tengo mucho de Alberto Gironella, también de Toledo. La obra de arte siempre es estimulante. Casi todo han sido regalos. Estoy rodeado de afectos. Cada objeto en esta casa tiene una historia. Han sido coincidencias que te da la vida y ésta se llena de situaciones que se te presentan y de repente te transforman.

 

192: Decías que hay que vivir la casa y sentir todos los elementos vivos. La gente, personas, movimiento, es algo que le da vida a las casas…

 

JLC: Lo que le da sentido a la existencia de esta casa son todas las amistades que llegan, de México y de otras partes del mundo, porque cada una trae una historia diferente, sensibilidades diferentes. La casa es la suma de muchas intervenciones. Llegan, opinan y cambiamos cosas, objetos y espacios. No me caso con espacios predeterminados, tiene que ser cambiante. Todas las sugerencias son bienvenidas. En ese sentido, tengo muchos amigos que saben de esa confianza. Hay que estar abiertos a las observaciones de los demás. La casa cambia continuamente en la decoración…

 

192: Pareciera que no.

 

JLC: Por ejemplo, acabamos de hacer el jardín vertical por opinión de un amigo. Las casas tienen que irse transformando.

 

 

192: ¿Cuál es el espacio que más disfrutas?

 

JLC: Casi todo. Me falta tiempo para disfrutar la casa completa. Es un problema de la sociedad contemporánea: no hay tiempo. Me gustan las mañanas aquí [hablando del antecomedor], porque los rayos del sol son fantásticos, y creo que el desayuno es el alimento más importante del día; además es un espacio que está muy integrado a la cocina. Me gusta disfrutar de los jugos, las frutas; el desayuno es fantástico. Disfruto mucho también de mi recámara, está muy bien orientada, nunca quiero salir de ahí. En las mañanas siempre dejo las ventanas abiertas y me despiertan los primeros ruidos de la mañana. Es un levantarte muy estimulante. O la terraza, donde puedes tomar un café muy agradable o una copa de vino. La casa tiene mucho movimiento, no estás todo el tiempo en un solo espacio. Las casas tienen que tener elementos sorpresa. El sol te va, de alguna manera, invitando a gozar de ciertos espacios a lo largo del día. La luz. Vas moviéndote donde sientes que está más agradable la luminosidad. Afortunadamente el sol no es estático, así que el juego de luces y sombras te mueve.

 

192: Eres una persona de sol, de calidez.

 

JLC: Soy mucho de agua y de sol. Soy mucho de aprovechar lo natural en todos los sentidos.

 

192: También tienes una relación especial con las flores.

 

JLC: Tuve la suerte de haber conocido hace años a un gran productor de rosas. Todos los martes trae flores. Es un contrato de muchos años, ha de tener 15 viniendo. Cada semana llena la casa de rosas. La casa está llena de orquídeas. Es mágico. Encuentran su lugar y se dan de maravilla.

 

192: ¿Hay algo de lo que te hayas arrepentido?

 

JLC: Soy muy afortunado de haber podido realizar este proyecto y de tener tantas amistades que me hayan ayudado a reconvertirlo. El éxito de estos espacios no es mío, es de mucha gente. Cada amistad ha aportado algo, desde las plantas, la cantera, la madera… tantas cosas que son la suma de todo. No me he arrepentido de nada, pero cada vez quiero hacer más cosas. Es inacabable. Ahora quiero consolidar la biblioteca, estoy trabajando en eso. Siempre he querido tener una gran biblioteca porque creo que los libros te arraigan a tu casa.

 

 

 

192: ¿Por qué la casa blanca es tan diferente a ésta?

 

JLC: Porque fue construida con un estilo distinto: quería generar un contraste. Cuando viajas, siempre observas otros estilos de vida. Viví en Japón mucho tiempo y me gustaba la sobriedad con la que vivían. Quería hacer un espacio diferente. Sólo blanco. Todo es blanco ahí. Ese contraste es muy importante para experimentar espacios. Tienen algo en común: el agua, la cantera, las flores. Hay algo que las integra, podrían ser espacios muy diferentes, pero el pasar el umbral de una a otra, es muy estimulante. Ahí descubro a la gente, hay gente que le gusta más esa casa que ésta o viceversa.

 

192: ¿Con quién vives?

 

JLC: Vivo solo. Aunque siempre hay alguien aquí. Hay veces que se quedan todo un año. Así que vivir solo es una mentira. The Little White House es la casa de los corazones rotos, les doy asilo. Hay historias de más de 10 amigos y amigas que han venido a recuperarse de sus separaciones. Siempre circula mucha gente. No conozco la soledad.

 

192: ¿Qué parte de la gastronomía es la que más disfrutas?

 

JLC: Me gusta ir al mercado y lo que vea de temporada y lo más fresco, es lo que compro. Con eso inventamos algo. Sin embargo, mis amigos saben que es una debilidad de la casa llegar con una sorpresa. El mejor regalo que pueden traer es algo de comida. Tengo compadres de Sinaloa que me mandan cargamentos de mariscos; otros me mandan cocodrilo, otros un montón de productos de Yucatán; tengo un amigo cazador que cada vez que regresa de caza, trae un cargamento de patos. Aquí los cocinamos. Las mermeladas, los panes, los pasteles, se hacen en casa. Es otro principio de la casa: hacer todo aquí y evitar lo industrializado. Es un privilegio.

 

 

192: Viviste en lugares distantes y abismalmente diferentes. ¿Cómo influyó eso en tu casa y estilo de vivir?

 

JLC: Uno se vuelve universal y tomas lo bueno de cada lugar. Me selló mucho el periodo que viví en Escandinavia, donde la ecología es como una religión —de un lago puedes beber el agua, de tu cuarto puedes tirar la caña de pescar y tener una trucha fresca para cocinar—. Me acuerdo que recogía champiñones y fresas en el bosque. Las papas las sacábamos de la tierra. Era un deleite tener una papa recién cultivada. Esa sofisticación de algo tan sencillo pero tan delicioso, me sorprendió. Me pregunto siempre por qué no estamos más cerca de la tierra y aprovechamos lo simple.

 

Luego, la primera vez que estuve en Japón, vivía con una familia, y todos los días me mandaban al baño japonés, era un baño común para todos: un baño muy caliente, donde entras al agua y te purificas. La cultura japonesa se basa en el agua y la limpieza.

 

Finalmente, en Suecia, todos los días entrábamos al sauna la familia completa (es un rito de suecos y finlandeses) antes de salir de la casa. Me impresionó cómo el baño unía a la familia. Así que lo primero que quise poner fue un vapor. Y eso hice. Vapor y regaderazo de agua helada para antes de salir al mundo.

 

Cada país (como experiencia) te va sellando. También viví en India, África, Estados Unidos. La vida está llena de esos contrastes, y de cómo puedes ir aprendiendo una cosa y otra de este mundo globalizado. Sin embargo, tienes que reforzar la identidad de donde eres. Puedes tener muchas influencias, pero al final me gusta mucho este país. Cuando me fui al extranjero, ya llevaba el sello de amar a México. Eso hace que tenga una casa donde exalto los valores del país.

 

Incorporas en tu aprecio por la vida, las experiencias internacionales, pero al final, le tienes que dar identidad a tu vida. No cambio a México por nada. Adoro la ciudad de México; es la más permeable que he conocido, es la que más me ha dado en todos los sentidos. A pesar de tantos problemas (soy urbanista y los conozco), esta ciudad me ha dado mucho.

 

192: ¿Sería todo?

 

JLC: Sería todo. Nunca había hablado de mi casa de una forma tan relajada. Ésta conversación ha sido más relacionada con el sentido que le quieres dar a tu vida y cómo se relaciona esto con tu casa. Cada quien tiene que inventar su casa: si cada persona se preocupara por su casa, el mundo sería cada vez mejor. Es un reto. Una ventana te transforma un espacio.

 

 

La pequeña casita blanca (o The Little White House, como la llama Cortés), es una casa dentro de su casa principal. Fue hecha para recibir a los amigos más cercanos; amigos que viajan de todo el mundo para venir a visitarlo. Fue construida con un estilo distinto: “quería generar un contraste”. En palabras de José Luis: “Viví en Japón mucho tiempo y me gustaba la sobriedad con la que vivían. Quería hacer un espacio diferente. Sólo blanco. Todo es blanco ahí. Ese contraste es muy importante para experimentar espacios”. Sin embargo, The Little White House comparte elementos con la casa principal, como la luz, la presencia de flores y del elemento agua en cada rincón.

 

Esta publicación es parte de nuestra edición numero 10 del año 2010.


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