A 10 años de la primera novela de Brenda Lozano
fotografía Maureen M. Evans
Hay un tiempo en la vida de algunos, en el que tenemos que detenernos en frío, como con una parálisis simbólica, para poder observar lo que se mueve alrededor. Son momentos de ánimo, decisivos, los parteaguas, los chingones y, sobre todo, los que dan miedo. Pero también los que te empujan. Es cuando algo te dice que la única forma de ver lo que hay del otro lado es saltando. Y saltamos.
Ese momento decisivo sucedió en 2008. En ese año, todos los que aparecen a continuación tuvieron las agallas —porque hay que ser valientes— de iniciar el proyecto que cambiaría su vida. Al lado de ellos celebramos 10 años de trabajo, de golpes con chispas de gloria y de sorpresas que saben a orgullo propio, del bueno, del neto.
Empecé a escribir Todo nada, mi primera novela, a los 24 años, a mano, en hojas sueltas. Era una lucha contra la procrastinación. Decidí escribirla a mano y no en computadora porque internet era un hoyo en el que caía y sigo cayendo, y en parte por una idea romántica de que, a diferencia de las otras artes, la literatura se puede hacer con 50 pesos. Así que una tarde fui a una papelería a comprar un paquete de 500 hojas bond, unos lápices, dos gomas, y me puse dos condiciones sencillas antes de empezar: quería no investigar y pasármela bien. Acababa de salir de la carrera de Letras y no quería investigar porque fácilmente me podía quedar procrastinando en libros que te llevan a otros libros, y quería pasármela bien mientras escribía porque antes había sufrido con algunos cuentos y poemas.
Brenda es escritora y ensayista, y ha sido incluida en la lista Bogotá 39 (2017) de los mejores escritores de ficción menores de 40 años en América Latina. Todo nada (Tusquets, 2009), fue su primera novela y próximamente será llevada al cine.
En las notas que tenía, el título era “todo y nada”, así como la expresión que marcaba, según yo, los dos extremos de una historia, los límites. Me acuerdo que un sábado por la tarde iba a un Seven Eleven a comprar cigarros, le daba vueltas al título que no me acababa de convencer como jugando al cubo Rubick, y pensé en las dos palabras “todo nada”, me emocioné mucho porque se abrió una historia. Fue como encontrar una primera línea y el resumen más corto del libro que intentaba escribir. Quería que fueran dos personajes muy distantes entre sí, extremos opuestos, como esas dos palabras muy sencillas: un médico con una profesión útil, un gastroenterólogo muy exitoso hacia el final de su vida, y su nieta muy joven, estudiante de Literatura, no precisamente una carrera útil, con algunos fracasos amorosos. Y la relación cercana entre ellos dos en momentos muy distintos en la vida, ella apenas entrando a la fiesta y él ya de salida. Las dos palabras “todo nada” además formaban una imagen que me gustó porque el pasado siempre está allí de frente, nadando, casi flotando en el presente, lo cual me resolvió el tono y el tiempo verbal, pues me preguntaba mucho sobre por qué escribir en pasado o en presente, pues ambas son decisiones artificiosas, como dónde empieza y termina una historia. Iba al Seven Eleven por cigarros y terminé comprando chelas para caerle a unas amigas y celebrar secretamente sin haber escrito nada, y cuando me acuerdo de ese día, pienso que lo más chingón de todo fue haber descubierto lo bien que te la puedes pasar haciendo algo que te gusta aunque incluso no lo estés haciendo directamente.
Conoce estos proyectos que nacieron a la par de nosotros:
La Metropolitana / Patisserie Dominique / NRMAL / Goodbye Folk / MANCANDY / Reptilectric de Zoe / Vice / Tercerunquinto
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